Ahora sí se armó. Como chamaquitos de barriada nos traen a millones de chichimecas muy pendientes del culebrón entre El Piojo Herrera y Christian Martinoli. El video, que solo es la prueba contundente de que hubo una tremenda alharaca, ya lo he visto por fuerza decenas de veces. Luis García, en su pose de diva a la María Félix, narra y cuenta lo que pasó, porque el video, no me dejará mentir, deja demasiado a la imaginación. Esta señorita que viene aquí pasando, esta que no se ve bien y no se aprecia el rostro, es la hija del Piojo -sentencia Luis García- quien había encarado a Martinoli y lo persigue con la malsana intención de jalarlo de las greñas, y aquí, justo aquí, le pega un derechazo como ni siquiera yo habría podido dárselo a mi exmujer. Todo se va a negros, y el sonido es pésimo.
Creo que a quien deberían estar criticando es a quien grabó el video. No es posible que en estos tiempos de modernidad en que cualquier hijo de vecino trae un telefonón, este mequetrefe nos haya salido con una grabación de Nokia de 1995. Y lo más increíble es que ahí nos traen con la noticia nacional de que ya por fin se fue el Piojo, dándole tanta cobertura como del escape del Chapo.
No sé si es por el calor, pero yo ya no pienso con claridad. He llegado a la ignominia de casi hacer lo que alguna vez tanto critiqué. Rosa, o Lourdes, o Wendy, o como se llamaba una gacelita de no muy mal pelaje que conocí en universidad, andaba media muerta por mis huesos (ya ve cómo son algunas mujeres que cuando saben lo que quieren se lanzan sobre el objetivo). Decidí darle una oportunidad, porque eso y un vaso de agua no se le niega a nadie, pero eso sí, le dije, Antes debo conocer a tus padres (ya ve que los hombres somos muy formales y no damos pasos sin el consentimiento familiar).
La funesta ocasión se dio en ciertos días como estos, calurosos al extremo, en que llegué de improviso y toqué la puerta de su casa. Me abrió quien después supe era su padre, vistiendo, sí y sólo sí, unos calzones rojos, de esos de venta libre y elástico emancipado. Me saludó y se volvió a sentar a la mesa en donde la familia comía. Temblando y con un espasmo en el párpado, preferí quedarme en la puerta avizorando una desgracia. Rosita, o Lourdes, o Wendy, con honda pena supo que había perdido a este papucho para siempre. Exeunt severaly: ella sentóse en la mesa; yo esfúmome de su vida.
Le decía que casi he hecho eso que tanto critiqué porque hoy, justamente hoy en que el infierno sopleteó su rabia hacia las tierras veracruzanas, me quité los zapatos, le pedí a mi descendencia que con rabia me quitara los calcetines, aventé la camisa de vestir a un costado y me despatarré en el asiento de la sala en pantalón y mangas de camisa. Medio respiraba, medio vivía, y en la televisión me bombardeaban con el úper y el cruzado que la hija del Piojo le lanzaba a Martinoli, y luego, el barrigoncito tenebroso tratando de calmar a Luis García, y toda la confusión que se generó en el aeropuerto, y yo pensando qué pena de verdad, qué van a pensar nuestros amigos los gringos, qué va a decir Barack y la Hillary y Trump, que somos un pueblo de verduleros que no sabemos arreglar nuestras diferencias como debe ser arriba de un cuadrilátero. Allá se dicen Fuck You y el otro le dice lo mismo y ahí murió, y si se lo dicen a un mexicano y éste le responde Pues chinga tu madre, el gringo hasta sonríe y le da las Gracias. ¡No por favor! No hagamos esos desfiguros en casa ajena. Mientras tanto el calor atenazándome las ideas con tanta fuerza que no coordinaba mis dedos para apretar el Off en el control remoto, hasta que sentí que la Piojita me soltó a mí un gancho cruzado, y me dijo no chiquitito, tú no te me vas a dormir, antes desearás no haber nacido… ahí perdí el conocimiento. ¡Qué porquerías hay para ver en la televisión! De verdad. Y por hoy hasta ahí.
Tome nota: estar plenamente consciente de ese culebrón equivale a una lobotomía.
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