Respecto del gobierno de Javier Duarte de Ochoa en Veracruz ya es posible hacer las evaluaciones de rigor en cuanto a hechos, actitudes, acontecimientos y, por supuesto, resultados. Cinco años de una gestión programada a seis son suficientes para catalogar los efectos de una administración pública que ha ejercido cientos de miles de millones de pesos. Según la perspectiva desde donde se sitúe el evaluador se observarán las diferencias, no muchas si la intención es acercarse a la verdad lo más cerca posible con los criterios y herramientas que proveen las ciencias sociales.
De inicio, podríamos empezar por aceptar que durante este ejercicio de gobierno no se tronaron muchos “cuetes”, pues en pleno jolgorio hubo diversas interrupciones, algunas muy abruptas y bastante frecuentes; cronos no se detiene, ya estamos en la etapa de recoger las varas y de la misma manera en que se asumieron las canonjías del ejercicio del poder, ahora deben arrostrarse las consecuencias clásicas del “día siguiente”. Una evaluación en términos de un gobierno todo cobra dimensiones históricas, ya que es conveniente y hasta necesario establecer las comparaciones que atañen a la gestión con el antes y el después, ¿qué calificación merecería la gestión gubernativa de Javier Duarte de Ochoa en los términos comparativos con sus predecesores en el cargo? Y en el balance ¿su gobierno pasará la prueba?
Lo hasta ahora conseguido por esta administración estatal difícilmente variará en el tiempo que resta del periodo duartista, sólo un auténtico milagro cambiaría favorablemente el resultado, pues este se alcanza con dinero y es precisamente lo que no hay; la perspectiva del presupuesto federal base cero para 2016 no promete mayores recursos de la federación hacia las entidades federativas, y si este año ha habido más recursos para las entidades federativas, como lo asegura Luis Videgaray, a pesar de eso nosotros podemos observar que Veracruz no se mueve, entonces ya podremos imaginarnos cómo nos irá durante el próximo ejercicio fiscal en el que se reducirán subrayadamente las remesas del centro hacia la provincia mexicana.
Habrá que reconocer que no se observaron muchas luces en el firmamento duartista, porque apenas arrancaba el gobierno y ya estábamos enterándonos del enorme pasivo circulante heredado, de cuyo monto tal vez ni Duarte ni Tomás Ruiz conocían sus verdaderos alcances, debido a la anarquía administrativa que recibieron y desde el inicio para acá la procesión de acreedores en la Secretaría de Finanzas ha sido una constante. Luego vino en septiembre de 2011 aquello de los cadáveres esparcidos en pleno boulevard de Boca del Río, cuando justo enfrente se celebraba la reunión nacional de procuradores de justicia y por obviedad se entiende su impacto mediático, que fue fenomenal. Eran los tiempos en que los veracruzanos aún no despertábamos por completo de la pesadilla del tercermundismo populista que como un violento torbellino nos había agobiado los seis años previos.
Tiempos muy tempranos, en los que prematuramente empezaba a agotarse la cuota del beneficio de la duda, aunque el arranque había sido promisorio al poner la primera piedra de la ahora ya muy hipotética construcción de la autopista Tuxpan-Tampico. Con las largas filas de acreedores frente a la Secretaría de Finanzas se empezó a especular sobre los alcances de la deuda pública heredada, primero con rumores que la calculaban por encima de los 50 mil millones y después con la información de Hacienda que la ubicaba en 40 mil millones, haciendo inútil ya los esfuerzos del gobierno estatal de presentarla por debajo de los 30 mil millones de pesos.
El video de los mapaches electorales fue catastrófico desde el punto de vista político pues le trastornó a Videgaray su agenda para la presentación de la reforma fiscal, con las consecuencias que implicó al interior del Pacto por México cuando se intensificaron los cabildeos para la aprobación de las reformas iniciadas por el gobierno de Peña Nieto. No menor fue el escándalo del maletín con más de una veintena de millones de pesos en efectivo y que el gobierno de Veracruz se vio obligado a explicar que su destino era sufragar supuestos gastos de las fiestas de la Candelaria y del Carnaval Jarocho. La derrota del PRI en Veracruz en la elección federal de 2012 colmaba los ánimos, pues concluyó con un Peña Nieto preguntándose el por qué perdió aquí ¿falta de interés o deficiencia política? esto último configura un expediente que ha traído consecuencias severas, entre ellas las expresadas a través de fotografías y gestos presidenciales nada amistosos y severamente degradantes.
En cuanto al desarrollo de la implementación de las políticas públicas, el balance no se avizora positivo, pues se manifiesta en nuestra realidad socioeconómica amargada con un mayor número de pobres, la información que Coneval proporciona es de una contundencia inobjetable.
La inseguridad pública sienta sus reales por doquier, entre otras razones porque el sector encargado de combatirla no se ha mostrado capaz de arrostrarla con eficiencia, no faltamos a la verdad al asegurar que estaríamos en la más severa de las indefensiones si no contáramos con el auxilio de las fuerzas de seguridad federal.
El Sector Salud veracruzano pena en una inopia económica de lamentables consecuencias, porque se acompaña con la ausencia de compromiso social de quienes han estado al frente de esa responsabilidad; se trata de una instancia en donde se manejan miles de millones de pesos porque el presupuesto privilegia la salud de la población como un patrimonio vivo, desafortunadamente la voracidad, la ineptitud y la irresponsabilidad han dado al traste con este sector cuya infraestructura sufre un acentuado deterioro y, a pesar de un personal médico y paramédico responsables a toda prueba, los elementos con los que debieran contar les son negados por esas lacras que el sector padece. Desafortunadamente, y es lo más lamentable, la población sin seguridad social, la más vulnerable económicamente es la que paga las consecuencias.
La fría escala de los números certifican lo que la prosa asevera, es el dato duro de una realidad incontestable que se advierte en un campo olvidado, un sector productivo en donde Odebrecht destaca porque acaso es lo único que hay; la población irritada por engaños de ofrecimientos de obras permanentemente diferidas conforman una realidad en cuyo piso están las escasas varas de los “cuetes” que tronaron y que, como sucede tras de toda fiesta, habrá que recoger porque a diferencia del pasado reciente quien llegue tendrá que exigir la entrega de casa limpia, lo más que se pueda…si se puede… En cuanto al gran expediente de la corrupción, las complicidades y la opacidad, su peso específico trastorna el rumbo de toda nave.
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2-agosto-2015.