De entrada si me preguntaran a mí en particular si estaría o no de acuerdo con esa repatriación, yo diría que es una cosa que me tiene sin cuidado. Si Enrique Krauze y otros promotores de su repatriación quieren hacerlo con sus propios recursos o con los de algún o tercero en particular, pues es muy su problema, allá ellos, siempre y cuando no le quieran rendir un homenaje nacional, darle trato de héroe y levantar un monumento en su memoria en el Paseo de la Reforma al estilo del hemiciclo a Benito Juárez de la avenida Juárez.
Y es que yo creo que no hay que confundir, a Díaz no se le puede escatimar que fue un héroe ante la invasión francesa luchando por defender la soberanía de México, tampoco se le pueden escatimar sus méritos como el “gran modernizador del país” a partir de una serie de obras, que sí, algunas todavía perduran como son el Palacio de Bellas Artes, que se inició su construcción todavía en su gobierno, así como el Monumento a la Revolución Mexicana- que originalmente iba a ser Palacio Legislativo-, mención aparte merece la columna de la Independencia, su obra ferrocarrilera y portuaria, hasta el mismo mercado Miguel Hidalgo de la capital guanajuatense, cuyo diseño y estructura estuvieron a cargo del mismísimo Gustave Alexandre Eiffel, y así podríamos mencionar infinidad de obras civiles de gran valor arquitectónico y artístico, hasta ahí estamos de acuerdo, sólo hay un pequeño problema –un pequeño gran problema, diría yo-, Porfirio Díaz Mori fue un dictador y gobernó a este país desde 1876 hasta 1911, es decir, casi 35 años y eso no es cualquier cosa.
Que era un dictador “blando” como sugieren algunos que lo defienden y están de acuerdo con la repatriación de sus restos mortales que yacen en el cementerio parisino de Montparnasse, pues de eso no estoy tan seguro, pero además, no se nos debe olvidar que durante su largo gobierno en México la educación para las clases populares casi no existía o era una posibilidad muy lejana, además, organización del campo estaba basada en el sistema de haciendas con grandes extensiones agrícolas y ganaderas similares que recordaban más al sistema feudal con latifundios como el que tenía la familia Terrazas en Chihuahua de más de ¡2 millones de hectáreas! (Luis Terrazas era aquel al que le preguntaban si era de Chihuahua y él, con justa razón solía contestar: ¡No, Chihuahua es mío!
Además, como dice un entrañable amigo, “Díaz cuando se fue desterrado del país se llevó consigo algo así como 30 mil pesos oro que aún en aquel entonces era un capital muy modesto”, dice mi amigo “que se puede considerar que Díaz vivió los últimos años de su vida con una relativa pobreza, ya que en realidad a Díaz no le interesaba la riqueza, lo que le interesaba era el poder político, ése lo tenía él y sólo él y no le gustaba compartirlo con nadie”, lo cual puede ser cierto, es más lo es, pero a Díaz no nos lo pueden hacer pasar como un dictador benigno o blando, era un dictador y con eso basta para demeritar cualquier intención dizque modernizadora que tuviera para el país, así como todos los monumentos históricos que nos legó a los mexicanos, porque las clases populares vivían en la miseria, la educación estaba vedada para los más amplios sectores poblacionales y, por último, no hay que perder de vista que fue un dictador de “horca y cuchillo” (¡Mátalos en caliente y luego “verigüas», esa era la ley que imperaba ante la insurección).
Puntos a su favor, pues se le podrían anotar tal vez algunos, además de los ya señalados de sus grandes obras civiles, por ejemplo, tuvo un gran ministro de Hacienda en la figura del “científico” José Ives Limantour, que para ponerlo en contexto de lo que esto sería hoy en día era como los tecnócratas que hemos tenido al frente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público los últimos 30 años cuando menos, y si algún lema podríamos ponerle a este estilo de gobernar financieramente hablando, tendríamos que ponerle algo así como: “orden y progreso”, desde luego que un orden y un progreso basado en una visión autocrática y autoritaria de gobierno. El otro punto a su favor es que buena parte de su gobierno, sobre todo la última etapa, contó con un gran intelectual y educador como ministro de instrucción pública como antes se le conocía a la SEP, Justo Sierra, el principal promotor de la fundación de la Universidad Nacional de México el 22 de septiembre de 1910.
Luego entonces, que no se nos quiera vender “gato por liebre” en este asunto de la posible repatriación de Díaz, por el momento sigue suficiente homenaje, creo yo, que en su honor una calle de la colonia Del Valle se llame Coronel Porfirio Díaz por su méritos alcanzados en la guerra contra los franceses, pero que no se nos olvide, el de Oaxaca fue un dictador. Ahora que nos quieran vender la idea en contraposición a todo lo que encarnó Díaz de que todo lo que vino después fue peor que sus casi 35 años de gobierno, ¡a pues eso es otra cosa y es bastante discutible! Por lo pronto allá de los que lo quieren repatriar, por mí no hay problema siempre y cuando lleven sus restos a reposar a su natal Oaxaca, pero sin bombo y platillo, en una tumba más que discreta.
Dice el “Vampiro de Palo Verde”.- Estas cosas tan lamentables que suceden con el gremio, sí, aunque no quiera uno, nos molestan, nos duelen, nos afectan mucho. Estamos de acuerdo.