Qué bonito se siente saber que no estamos tan echados al piso como las decrépitas Chivas que, Dios mediante, dentro de no mucho tiempo verán coronados sus magros esfuerzos y lograrán quedar hundidos en la tabla del descenso. Llámeme insustancial, pero sí le cambiaría dos o tres pesos de la devaluación al peso con tal de que esa banda de mataperros brincolines por fin nos dejen vivir la Liga Bancomer MX en paz. Peña Nieto, antes el Copete Galáctico, ahora el Guapo Famélico, anda de lo más tranquilo, y si él anda tranquilo ¿usted y yo por qué no? “A otras economías del mundo les ha ido peor”, aseguró Poncio Peña Nieto.

No tengo elementos para no creer en él, estoy seguro que hay otras naciones a las que les ha ido peor, como Haití después del terremoto, todas las islitas polinesias después del Tsunami, Veracruz después de Fidel. Afortunadamente, como dirían los clásicos, si la economía es su dolor de cabeza, aquí está su mejoral: Marcelo Montiel, el filósofo del Sur, ya le encontró la cuadratura al círculo. Lo sopesó, se recluyó cuarenta días y cuarenta noches en un esfuerzo asceta, y al final bajó iluminado para declarar pomposamente que “En la medida en que crezca la economía del Estado se reducirá la pobreza”. ¡Válgame! Que alguien lo proponga para el Nobel. Podríamos juntar esos dos grandes cerebros trotamundos, mandarlos de Directores Técnicos de las Chivas y garantizaríamos así su descenso y jamás regreso.

Ojalá fuera tan sencillo mi Monti, ojalá en México tuviéramos esa curiosa pero posible salida de que la economía del Estado crezca para salir de rascuaches. Pero ya ve, cuando no sabíamos ni cómo administrar la riqueza nos cayeron encima los políticos y diputados como langostas egipcias. Bastaría decir que también hay economías a las que les ha ido mejor, y sin que la economía del Estado tenga tanto ingreso. A ver, qué me dice de eso don Monti.

Si me lo pregunta le diré que yo aquí sigo, derritiéndome y ahogándome en mis jugos en medio de esta terrible canícula que tenía años de no sufrir. Las señoras no dan bola, hacen como que limpian la casa y se dedican exclusivamente a trapear para que el agua les refresque los pies y les moje las chanclas. Los señores en las oficinas se mantienen en sus escritorios disque trabajando, pero dedican la mayor parte del tiempo a elaborar discretos abanicos de papel para no caer entre el naquerío que lleva su ventilador portátil. Los niños, inconscientes, duermen debajo de las camas y se asoman por ahí de las seis de la tarde dispuestos a arrasar con la poca paciencia familiar.

Pero estoy tranquilo (López Obrador dixit), porque ni las Chivas van a seguir por siempre en primera división, ni el Guapo Famélico hará eternamente declaraciones vanas, ni Marcelo Montiel seguirá infinitamente descubriendo el hilo negro. Mientras millones siguen con hambre no es posible que ésta sea la estatura de nuestros estadistas.

Si no fuera por esa certeza de que siempre vendrán tiempos mejores, este su columnista de cabecera ya no se hallaría en esta hirviente ciudad tan llena de baches y losas de concreto fracturadas. Ya las andan arreglando, están sustituyendo losas en 20 de noviembre, y qué bueno, porque por si no lo sabe el brincoteo constante puede producir desprendimiento de retina. Este su charro se dispone a ver la final de la Copa Libertadores, solo espero que los Tigres no la cruzazuleen y se me desprendan las retinas.

Tome nota: Si Manlio Fabio llega al PRI podrían librarla, si no, le deseo a Peña Nieto una tersa alternancia.

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