En 1994, cuando México firmó el tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá, una parte de los países de América Latina decidió distanciarse y algunos, es el caso de Brasil, tomaron una actitud hostil. Las acciones del canciller brasileño, Celso Amorim, en contra de México son conocidas y enturbiaron la relación entre los dos países.
La situación ha cambiado en la región y de manera particular en Brasil, que vive una crisis económica sostenida en los últimos cinco años que coinciden con el mandato de la presidenta Dilma Rousseff (2011-2015). El freno de la economía brasileña ocurre, en buena medida, porque la expansión en la gestión de Inácio Lula da Silva (2003-2011) se fincó en la exportación de materias primas a China que ahora no las demanda en la misma proporción.
En los sectores políticos y empresariales brasileños hay cada vez más conciencia de que el modelo económico implementado en los gobiernos del Partido del Trabajo (PT) ya topó y es necesario buscar nuevas alternativas que incluyen, entre otras cosas, liberalizar la economía. Semanas atrás, en ese horizonte, se da la visita de Estado de la presidenta brasileña a México, la primera que realiza al país en sus cinco años de gestión.
La economía de los dos países representa 62% del PIB regional y su población suma 55% de la misma. En el 2014, el comercio entre ambas naciones llegó a los 9,200 millones de dólares, una cantidad menor ante la dimensión de sus economías. El día que México y Brasil firmen un Tratado de Libre Comercio (TLC) va a cambiar la vida económica de América Latina. Los acuerdos alcanzados en la visita abren el espacio para que esto suceda, todavía hay muchas trabas, en el mediano plazo.
La decisión está del lado de los brasileños que deben hacer cambios a su modelo económico cerrado y proteccionista que les impide crecer. México desde hace años quiere y busca la firmar de un TLC con Brasil. Por lo pronto, como resultado de la visita, se firmó una serie de compromisos entre los que destacan el Acuerdo de Cooperación y Facilitación de Inversiones (ACFI) que es un avance, pero todavía limitado, y el inicio de la negociación para ampliar el Acuerdo de Complementación Económica 53 (ACE 53), que concede ventajas arancelarias en 800 productos.
Los actuales funcionarios de las dos cancillerías han hecho un importante trabajo de acercamiento para profundizar en la agenda bilateral en temas relacionados con la inversión, el comercio, el turismo y la cultura. El cambio profundo de la relación entre los dos países pasa necesariamente por la firma de un TLC. Está en la lógica de sus intereses. En las actuales circunstancias implica cambios importantes en la manera de entender el desarrollo económico y su inserción en la región y en el mundo de parte de Brasil, el país y la economía más grande de América Latina.