Por Ramón Durón Ruíz

Me cautiva la frase que dice: “A veces perderse… es la mejor manera de encontrarse”
Y cuando tienes la magia de encontrarte a ti mismo, te conectas con tu maestro interior, que te lleva a aceptarte tal como eres, con tus debilidades y zonas de oportunidad, con tus virtudes, bienes y dones.
Cuando tienes la virtud de encontrarte contigo mismo, vives en un plano superior, pleno de Energía, Entusiasmo, Pasión, Amor Incondicional, Luz Divina, Creatividad; te ensimismas en tus poderes y dejas de criticar a las persona –que es un homenaje a la mediocridad de quien critica– y te trasformas en un ser de luz amoroso, que conecta con la esencia de la vida.
Cuando te encuentras contigo mismo trabajas en tu trascendencia, vives no en cantidad de tiempo, si no con calidad; ves el dolor ajeno como una oportunidad de servir al prójimo, con ese toque de vida inesperado que da la alta frecuencia del amor.
Cuando te encuentras contigo mismo, dejas de posponer las cosas que llevan a tu evolución y crecimiento, naces a una forma diferente de vida, las puertas que estaban cerradas se abren, dejas de convertirte en víctima de la adversidad, pasando a ser protagonista de tu propia historia.
Cuando te encuentras contigo mismo, brota la pasión que te conduce a disfrutar la magia de la vida que el universo tiene para ti, entonces reconoces que no requieres poder o dinero para ser feliz, lo que necesitas es comprender que formas parte del milagro de la vida y que no estás aquí por casualidad, sino para amar, ser amado, creer en ti, crear, trascender, ser feliz y triunfar.
Cuando te encuentras contigo mismo, sabes que la vida es un exacto equilibrio, en donde lo que siembras cosechas, lo que das regresa, cuando te encuentres frente al odio y al amor, opta por éste, porque el amor es la mayor fuente de armonía y bienestar, elimina la obscuridad, vivir en sintonía con el amor es confiar en tu luz interna.
Encontrarte contigo mismo, es rencontrarte con tu sabiduría y brújula interior, aceptando las cosas buenas que la vida tiene para ti, ofrendándolas para servir, es entonces que tu ser se abre para iniciar los cambios profundos que necesitas para crecer y evolucionar.
Encontrarte contigo mismo, es saber que cada tropiezo trae una lección que es para ti, para que tomes impulso, te agigantes y vayas más allá de tus límites, sabiendo que el hombre se mide por resultados, porque es la adversidad la que tiene la virtud “de transformar la carne… en alma”
Encontrarte contigo mismo es vivir ensimismado en tus sueños… no en los de otros, sabiendo que conocerás el cúmulo de aptitudes y capacidades que tienes… cuando te des el permiso de intentar.
Cuando te encuentras contigo mismo, te dejas guiar por la voz de tu corazón, reconoces que la vida es un regalo que DIOS nos da, para vivir, no para sobrevivir, entonces dejas de magnificar los problemas, aprendes a ver tu humana fragilidad con aciertos y errores, y tienes sueños, que es atar tu fe a una estrella… e ir en pos de ella.
Encontrarte contigo mismo, es empezar el día con más sabiduría, es saber que la vida es más agradable cuando la ves desde la óptica del amor y del humor, a propósito de humor, en la iglesia del monasterio las monjitas ensimismadas en el poder de la oración rezaban en coro, cuando de pronto una de ellas grita despavorida:
— ¡Ay, una maldita abeja! ¡Matenla! ¡Matenla!
La madre superiora –siempre llena de natural sapiencia–, amigablemente la reprende:
— No es de cristianos maldecir, ni pedir que se mate a una criatura del Señor. Mira la cosa es muy sencilla, para que se vaya ésta abejita basta tomarla cariñosamente en la mano, asi y ¡Ah abrón!… ¡ES UNA ABEJA AFRICANA, LA JIJA DE LA TIZNADA!

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