Hoy con la propuesta de la militancia del PRI, en la persona de Manlio Fabio Beltrones para ocupar la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional, ha resurgido el concepto de: “la sana distancia”, como así lo expresara en su twitter el propio aspirante: «Los tiempos de la sana distancia del partido del gobierno con el presidente, quedaron muy atrás. La ‘sana’ distancia nos hizo perder!». Desde luego la frase, alude a lo acontecido en los tiempos del expresidente Ernesto Zedillo, que en su momento habló de “la sana distancia” entre el Poder Ejecutivo y su partido, el PRI.
Pero hay quienes no conocen el fondo—en especial las nuevas generaciones–, por el que Ernesto Zedillo Ponce de León, Presidente de los mexicanos entre 1994-2000 teniendo sus propias razones, hablara de la “sana distancia” en su momento, para establecer una línea divisoria entre lo que era la acción del titular del gobierno federal y la acción de una institución política, aunque fuera la propia.
Y para entenderlo debo hacer un poco de historia, remontándome a los años del gobierno del expresidente Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), pasando por el de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y el del propio Zedillo (1994-2000), datos en los que se puede profundizar en mi tesis doctoral, a disposición en la biblioteca de El Colegio de Veracruz. (Lladò, 2007)
Todo inicia a partir de la llegada de los “tecnócratas” al poder federal y el desplazamiento de la llamada “clase política” que se da a partir de la sucesión presidencial de 1982, cuando Miguel de la Madrid gana la presidencia. Su llegada al poder, da un duro golpe a la militancia de antaño al crear preferencia hacia el grupo de profesionistas preparados en el extranjero, que constituyeron su equipo y que fueron incrustados en el Gabinete Presidencial. Esa nueva élite, fue denominada: “tecnócratas”, que incomodó a la “clase política”—constituida por la élite de liderazgos en el poder del partido y desde los gobiernos estatales y las organizaciones y sectores–, que se sintió amenazada en sus intereses y desplazada en las posiciones.
Al Gobierno de Miguel de la Madrid, se le atribuye como guía de toda una generación, en la definición de alianzas para heredar sexenalmente el poder entre los miembros del mismo grupo.
Son los tiempos en que el ambiente exterior al PRI, se percibe delicado pues la izquierda mexicana ha tomado forma y fuerza ya que el Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), constituido legalmente en 1978 con el nombre de Partido Socialista de los Trabajadores (PST) a partir de 1987, elimina esta vocación y enarbola el pensamiento Cardenista (Ruiz, 1994:114). Pensamiento que era parte de los principios del PRI desde 1934.
Igualmente al interior del PRI en 1987, se inicia el rompimiento de un grupo encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo –priistas en el momento–, y otros, en los tiempos en que la Presidencia de su comité nacional estaba en manos de Jorge de la Vega Domínguez, que deriva en la constitución de la Corriente Democrática del PRI, resistente a aceptar el relevo presidencial, operado por el Presidente De la Madrid a favor de Carlos Salinas de Gortari (Lladó, Z., 2007).
Dicha corriente demanda la democratización de ese Partido y de los mecanismos de selección de su candidato Presidencial como punto de partida de la democratización de la vida nacional en todos los órdenes. Al no encontrar eco a sus demandas la consecuencia es la renuncia al PRI de los principales guías de este movimiento en 1987 y con ello el nacimiento de una corriente autónoma que compite con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) a la Presidencia de la República, unida al Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN) y más tarde al Partido Popular Socialista (PPS). Dichos partidos habrían de constituir el Partido de la Revolución Democrática (PRD), para el año de 1989 (Garrido, 1993: 156).
Para el período 1988-1994, Carlos Salinas asume la Presidencia de la República y con éste se consolida el grupo de economistas y técnicos que continúan situándose en las primeras posiciones del Gobierno y del PRI y, la “clase política” priista continua sintiéndose desplazada. Sin embargo dentro de los mismos tecnócratas del “equipo” presidencial, surgen figuras muy valiosas entre ellas Luis Donaldo Colosio, Manuel Camacho Solís, María de los Ángeles Moreno, etc., gente muy cercana al presidente.
Con Luis Donaldo Colosio en la Presidencia del CEN del PRI (1988), se promueven reformas muy importantes en su organización interna, impulsando nuevas formas de participación de la militancia y de prácticas democráticas de elección, lo que parece visualizar cambios significativos, entre ellas: el fortalecimiento de los comités de base en la estructura territorial y sectorial y el impulso de su aspecto ideológico con la formación de una Fundación que realizara las tareas encomendadas hasta el momento al IEPES (Instituto de Estudios Políticos Económicos y Sociales), y crea además un órgano superior de decisión colegiada en su interior denominado Consejo Político Nacional (Colosio, en PRI 1990:29-:31).
Son los tiempos en que se avanza sustancialmente también en la reforma política, conformándose el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) que nace en 1989 como un intento liberalizador y da pie a la constitución del Instituto Federal Electoral (IFE) —hoy INE–, en octubre de 1990.
Pero las diferencias que empiezan a tenerse entre el Gobierno y los grupos empresariales, principalmente en el norte y centro del País, hace que se enfríe la relación con éstos, se dividan las preferencias y busquen otras opciones políticas. Como resultado de este efecto, el PRI tiene que aceptar triunfos del Partido Acción Nacional, en las gubernaturas de Baja California (1989), Guanajuato (1991) y Chihuahua (1992).
Ante este escenario el PRI percibe la existencia de riesgos para la sucesión de 1994 y en ésta emergen, desde este partido, los siguientes nombres con posibilidades de ser abanderados como candidatos a la Presidencia de la República: Luis Donaldo Colosio (Sonora), Rafael Rodríguez Barrera (Campeche) y Fernando Ortiz Arana (Querétaro) –del grupo de políticos de sepa–. Desde Palacio Nacional, sólo se cuentan dos nombres: Luis Donaldo Colosio y Manuel Camacho Solís—. Sin embargo la disyuntiva se aclara cuando el Presidente y la militancia del PRI se inclinan por el nombre de Colosio como su candidato, haciendo que Manuel Camacho Solís manifieste su inconformidad y sea compensado al ser nombrado como Comisionado para las Negociaciones de Paz en Chiapas con el EZLN, grupo que aparecería en escena en enero de 1994.
Con Colosio en campaña, en 1994, la sociedad mexicana empieza a visualizar un cambio con rumbo, pues la militancia lo acoge y lo percibe como el candidato de la esperanza. Le gana adeptos su postura que gira a la neutralidad al abordar los temas nacionales con absoluto realismo e incluso con seria crítica hacia la acción de los Gobiernos previos. Su discurso del 6 de marzo de ese año, queda para la posteridad. (Colosio, 2006:241). La llegada al poder de Colosio, es malograda al ser asesinado al concluir un mitin en Lomas Taurinas, Baja California Norte, el 23 de marzo de 1994.
Sin duda, quien planeó la muerte de Luis Donaldo Colosio lo hizo para asestar un duro golpe al Gobierno de Carlos Salinas y para propiciar mayormente el descontrol en el país. Luego entonces, de manera emergente la candidatura es reemplazada por Ernesto Zedillo, quien fuera Secretario de Educación y en el momento Coordinador de la campaña. La militancia del PRI reacciona, más por un sentimiento de orgullo buscando honrar la memoria de Luís Donaldo y lleva al triunfo a Zedillo siendo una de las elecciones en donde la votación fue sorprendentemente alta y el abstencionismo se redujo en forma significativa. La LVI Legislatura (1994-1997) que es electa ese año es la última donde el PRI conserva su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
Los opositores al PRI suponen que la entrada de Zedillo al poder y los acontecimientos políticos que rodean el momento, harán que el ciclo del Sistema Político Mexicano esté por terminar. Sin embargo, esto no sucede. El presidente tiene que enfrentar una serie de acontecimientos económicos y otros que no pueden pasar desapercibidos y que afectan el ánimo, no sólo de los priistas sino de la sociedad mexicana: por una parte el dolor que poco a poco cicatriza del asesinato de Luis Donaldo Colosio y por la otra, el de José Francisco Ruiz Massieu, Diputado Federal y Secretario General del CEN del PRI, involucrando a nombres de la familia Salinas lo que derivó en el encarcelamiento del hermano del expresidente y el aceleramiento del movimiento rebelde en Chiapas. Pero lo más delicado era lo que sucedía al interior de su partido: la agudización de las diferencias con la famosa “clase política”, que le afectaba en forma directa en su relación y en los acuerdos. De ahí que se explique porqué fueron 6 Presidentes del CEN los que ocuparon durante ese sexenio este cargo: María De los Ángeles Moreno, Santiago Oñate Laborde, Humberto Roque Villanueva, Mariano Palacios Alcocer, José Antonio González y Dulce María Sauri Riancho.
Luego entonces, lo que le toca hacer al Presidente Zedillo no es cosa sencilla. Enfrentar vicios como la corrupción y dos devaluaciones importantes: el llamado “error de diciembre” en 1994 y la de 1998. Tales hechos entretienen su atención, dando prioridad ante todo a su proyecto económico de equilibrio de las finanzas nacionales y lo hace bien. Aunque la disyuntiva estuvo siempre en: sostener la gobernabilidad del país actuando con rectitud y con estricto apego a la ley se tratara de quien se tratara o, lastimar los intereses de los grupos políticos dentro y fuera de partido que lo presionaban para ser más “comprensivo”. Y entonces, toma la decisión más difícil: marcar su línea –actuando en consciencia– y es cuando surge la “sana distancia”.
La “sana distancia” que éste pregona es un mensaje que no es entendido –en el mejor sentido–por los grupos resistentes a perder sus feudos y que cuestionan la nueva élite. Se interpreta no necesariamente como un mensaje de respeto a la libertad de su partido en la toma de decisiones, sino de la posibilidad de una actitud neutral e incluso de alejamiento de éste. Y el Presidente trata de aclararlo en su discurso del 6 de febrero de 1995 ofrecido en la residencia oficial de los Pinos, ante representantes del Consejo Político Nacional:
“Se ha hablado, hemos hablado ustedes y yo de la sana distancia entre el PRI y el gobierno. E inmediatamente algunos miembros de otras fuerzas políticas han interpretado ese concepto de sana distancia como ruptura entre el PRI y el gobierno. Creo que es importante aclarar lo que está en nuestra mente cuando hablamos de sana distancia. Primer lugar, sana distancia es algo que vemos muy importante para la transformación democrática del PRI, es algo que debemos ver como impulso a su fortalecimiento, es algo que debemos ver como necesario para el fortalecimiento de nuestro sistema de partidos; esa sana distancia quiere decir que el PRI, como instituto político, como partido político, habrá de hacer, como lo ha hecho a lo largo de su historia, lo que corresponde hacer a un partido político y el gobierno tendrá que cumplir sus obligaciones constitucionales. Nuestra Carta Magna dice con toda claridad para qué es el gobierno y para qué son los partidos políticos; sana distancia sencillamente quiere decir que el gobierno haga lo suyo, que el Partido haga lo suyo, pero, sana distancia no quiere decir de ninguna manera, que haya ruptura entre el gobierno y el Partido que instaló en el gobierno, o con los que tienen bajo su responsabilidad el Gobierno. Eso tiene que quedar absolutamente claro, sana distancia entre el PRI y el gobierno no es renuncia, es, por el contrario, afirmación del compromiso democrático con México y de respeto a la vida interna del PRI. Que quede claro, a ustedes les queda claro, lo tenían claro, estoy hablando de otros, soy Priista y lo seguiré siendo toda mi vida” (Consejo Político Nacional-PRI, 1995).
Pero como dijera Ramales (2005): “Pero todo parecía indicar que eso nunca había sido el compromiso del Presidente. Su meta era sobresalir en el proyecto de recuperación económica (…) pues el objetivo prioritario de su administración era evitar heredar una crisis económica a su sucesor (fuera o no del PRI); y (en función de la escasa reacción del PRI para reconstruirse), optó por el abandono del partido que le cobijó, que lo hizo figura; y con esto visualizó y preparó la transición”. (Ramales, 2005:51).
La “clase política” no cambio con el Presidente, la ruptura interna estaba declarada. Igualmente los medios de comunicación se ensañaban entonces con el PRI, comentando que la debilidad del mismo estaba en la costumbre de depender de la figura del Presidente y éste siempre congruente a los intereses de la “clase política”, que hoy ya no la tenía. Luego entonces este partido entró en un proceso de inestabilidad interna pues el control de los grupos y el liderazgo eternizado de los sectores y organizaciones se fue diluyendo lentamente. Por lo tanto, aunque la necesidad de equilibrio era urgente, la posibilidad de llegar a acuerdos y recomponer el clima de trabajo, se empantanaba.
Por otra parte, como menciona Reyes (2000): “el reagrupamiento de la izquierda, el acomodamiento de los grupos económicamente poderosos que estudian otras opciones que les garanticen sus privilegios y la promoción mediática hacia nuevas alternativas de partidos mexicanos, plantean el rediseño del sistema electoral del país en la última década del siglo XX, que hace que éste ya no se vea como la única y principal fuerza política nacional (Reyes, 2000: 37). Luego entonces, en la transición del año 2000, el PRI llega débil y con serios problemas de unidad, lo que se refleja en una baja del compromiso de su militancia y pierde la Presidencia de la República, cuestionándole la “clase política” al Presidente Zedillo, haber declarado el triunfo de Vicente Fox la misma noche de la elección, antes de que lo hicieran las instancias electorales. Y… aquí termino la historia
Basada en lo anterior, podemos apreciar que realmente no fue la “sana distancia” la que hizo perder la presidencia al PRI en el año 2000, sino las fracturas internas, la falta de entendimientos, la presencia de organizaciones que no renovaron sus liderazgos, que no fortalecieron e incrementaron el volumen de su militancia, que exhibió la corrupción de las elites gubernamentales y la falta de compromiso con la sociedad alejándose de sus causas, etc. Esa lección la aprendieron y superaron los priistas y tuvieron que pasar 12 años –de gobiernos federales panistas–, para replantear su actuación y tomar oxígeno, que permitió que a partir de 2007, la recuperación del PRI se observara aceleradamente en las gubernaturas estatales y principales capitales –con nuevas generaciones cultivadas-, y pudo estar nuevamente en el ánimo de la sociedad ratificándole a confianza con el triunfo del año 2012 regresando al poder federal y con el del 2015, con la ratificación de la mayoría relativa en la cámara de diputados.
Pero, existen hoy nuevos factores que alteran el orden nacional: la corrupción, el narcotráfico, la impunidad, la pobreza, los mercados cambiarios internacionales, el precio del petróleo, etc., que concentran la atencion del gobierno de la República para enfrentarlos con seriedad, como también aspectos prioritarios que hay que continuar impulsando para afianzar el desarrollo, lo que hace que el Presidente una fuerzas para contar con la sociedad organizada y principalmente con su partido en estos momentos. Por eso en el PRI se necesita mano firme y sensibilidad para ser dirigido, de ahí el surgimiento de la figura de Manlio Fabio Beltrones quien sin duda será el próximo Presidente nacional de ese instituto político, hombre de partido, pero también de gobierno, con gran capacidad de negociación y vasta experiencia política de estado, lo que le hace la persona idónea para fortalecer al PRI y estar en una mejor posición para unificar lo necesario y enfrentar lo que venga. Manlio, fue gobernador del Estado de Sonora, Diputado Federal y Senador de la República, llegó a ser Presidente de ambas Cámaras y hoy concluyendo su función como diputado federal en la LXII Legislatura y como coordinador parlamentario del PRI en ésta.
No lo pueden engañar. Porque si alguien sabe conciliar, conoce perfectamente los temas de la agenda nacional, se sabe al dedillo los liderazgos nacionales y locales e identifica perfectamente a los grupos políticos y del gobierno, es él, por lo tanto, es el líder que necesita en este momento el Partido Revolucionario Institucional. Y desde ahí tendrá que responder a la confianza que el Presidente le otorga, porque el lugar que ocupará lo convierte en un “hombre del presidente”.
Hoy lo que menos habrá es “distancia”, por el contrario, en el respeto mutuo cada quien realizará la función que le corresponde en forma adecuada, porque… un buen líder político sabe que tiene un guia y ese es el Presidente y un buen presidente sabe que también lo tiene y este es el Pueblo. Y la gran prueba estará en hacer que la fuerza del PRI –aliado del gobierno en su proyecto a favor de los mexicanos –no decaiga y se consolide como un partido democrático, visionario, cercano a la sociedad y de grandes resultados a favor de la Nación.
Luego entonces, la “sana distancia” no existe, cuando el entendimiento respetuoso se da entre partido y gobierno, sin que necesariamente sean lo mismo, pero coincidiendo en lo sustancial… el acercamiento de ambas instancias hacia la sociedad mexicana haciendo realidad su mejoramiento…porque ésta es la que finalmente manda.
Gracias y hasta la próxima.