Es probable que con lo que le pienso contar crea usted que ya me invento a mis difuntos. No es así, por vida de Dios que no es así. Estos últimos dos o tres meses siento que, como dijera Rubén Espinosa, la muerte decidió instalarse en Veracruz. Los infartos y esas cosas les pasan a otros, no a mí, ni a nosotros… hasta que nos pasan. El día de hoy se fue a su eterno descanso un buen amigo, un maestro de las lides nocturnas, un mago de la vida, un guerrero. Hoy mi corazón llora.

Ya las cosas no son como antes. Cuando se podía medio vivir en esta bella ciudad sabíamos que los días eran grises, tiroleados de gris o grises disfrazados de grises. La canícula era un cuento chino inventado por las maestras de primaria y las lluvias llegaban de a poquito. Hoy llovió, muy fuerte y muy tupido, y mientras veía llover imaginaba lágrimas que caían del cielo.

El Licenciado Pineda era todo un personaje, inútil sería enumerar todos los momentos compartidos, pero baste contarles del primer recuerdo que de él tengo. Encontrábame en medio de una variopinta gleba de muchachos compartiendo una cerveza (una para todos, no una para cada quien) en un bar de oscura reputación que reinaba sobre el primer piso del Edificio Nachita. No recuerdo el nombre de bar, pero recuerdo que se entraba por un pasillo de oscuro, de tétrico aspecto y con un olor a cloro amortajado. A esa escasa edad el que tomaba Bacardí ya era un magnate y nosotros nos arremolinábamos alrededor de la cerveza con los zapatos bien boleados pero los calcetines remendados. Fue un descubrimiento ver al Licenciado en otra mesa, a quien un buen amigo hacía hasta lo imposible por aconchabárselo como suegro. Con la pena (todos estábamos ahí, ni modo que se pusiera de fresa el Lic) lo llevó a la mesa y él, con su cauda de años encima y una cartera mucho más reforzada y a prueba de sequías, invitó, sin miramientos, una enorme botella de buen licor… lo amamos de inmediato.

De allí en adelante fue un constante ir y venir de cariños durante muchos años. El licenciado comenzó a aceptar a mi amigo Elías y su incipiente relación con la mayor de sus dos princesas. Al inicio, cuando lo llevaba a las reuniones, las presentaciones iban en estricto orden de importancia: les presento a mi esposa, a mi hija Tania, a mi hija Valeria, a mi perrita la Chofas, a Petra que es la muchacha de la casa y a este joven que se llama, creo, Elías… Pasaron los años y mutó a: les presento a mi esposa, a mi hija Tania, a mi hija Valeria, a mi perrita la Chofas, y a Elías, el novio de mi hija… Pasaron más años y siguió cambiando el orden: les presento a mi esposa, a mi hija Tania y su novio Elías y a mi hija Valeria… fue tal la empatía generada entre ellos dos, que al final ya en estos últimos años, las presentaciones se daban así: Él es Elías, casi mi hijo, y esas tres que se quedaron estacionando el auto, mis mujeres… Poquito más, poquito menos.

El licenciado abrió las puertas de su casa, de su vida y de su corazón, a una siempre dispuesta runfla de amigos, mucho más jóvenes que él pero con los mismos años en el corazón. No sólo fue el suegro de mi amigo, o el papá de mi comadre, fue el Capitán de un equipo que por los poros destila querencia. El Lic quería, añoraba y moría por un Abono para la temporada del Tiburón, y anoche mismo, mientras él exhalaba los últimos estertores, los Tiburones fueron a morder a la Perrera y le empujaron 3 a 1 al Tijuana (Otro amigo le había prometido el Abono y ya no se lo podrá obsequiar pero, por cierto, puedo recibirlo yo en su representación). El Lic había acudido al Azteca a ver coronarse al América, pues era americanista de clóset, y gritó y se desesperó y brincó, y al final salió en hombros junto al América campeón. Y el América también ayer metió tres goles, 3 a 0 a los Dorados de Sinaloa. El Capitán de nuestro equipo ya no supo al final que habían ganado el Tibu y el Ame, pero seguramente hubiera sido una noche pletórica para él.

Seis dianas para Enrique, seis pepinos en su honor, seis obsequios para un hombre que llevaremos por siempre en el corazón. Te quisimos y te vamos a extrañar Enrique.

Tome nota: El 25 de agosto estará por tierras veracruzanas, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco. Está de moda, pero lo están sobando mucho, ya ni chiste tiene presumir que se reúnen con él.

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