Desde el primer segundo del jueves 20 de agosto, los conductores de vehículos en Xalapa tendrán que cambiar el chip y ponerse el que usan muchos connacionales cuando cruzan la frontera con Estados Unidos o viajan a algún otro país; es el del respeto a las reglas, a las normatividades y a la civilidad.
Y esto será porque las autoridades de Tránsito del Estado han anunciado que a partir de esa fecha y hora se empezará a aplicar rigurosamente el nuevo reglamento de tránsito, que establece los límites precisos de la buena conducción y aplica multas cuantiosas a quien no se ajuste a las prohibiciones e indicaciones que contiene.
Para muchos -que son considerablemente más de los que imaginamos-, la entrada en vigor de la nueva ley no implicará ningún cambio en su estilo de vida y en su forma de conducirse por las calles xalapeñas. Son los que manejan sin cometer infracciones, pues siempre han respetado los límites de velocidad, las luces de los semáforos, los lugares prohibidos para estacionarse; son los mismos que ceden el paso en los cruceros de 1×1, que permiten el ingreso de otros vehículos a su carril.
Para otros, la regulación será un infierno, pues están acostumbrados a manejar en la selva de asfalto, en donde según ellos no hay más ley que la del avilón. Será un viacrucis para ellos tener que estar yendo a Hacienda a hacer cola para pagar las multas que ocasionará su modo de manejar.
Son los que van a gritar, a sulfurarse, a acusar de injusta o mentirosa a la autoridad ante cualquier infracción que les levante algún oficial de tránsito o cuando les llegue por correo a su casa la multa, levantada por una cámara automática, por no haber respetado las velocidades permitidas en las avenidas.
Tal vez el trabajo mayor será hacer entender a los conductores que el reglamento es estricto y no permite concesiones. Por ejemplo, se prohibirá el estacionamiento momentáneo en lugares prohibidos y se multará a quien rebase los límites de velocidad, aunque lo haya hecho con pocos kilómetros.
La gente que comanda Edmundo Martínez Zaleta tendrá que poner mucho entusiasmo y un gran esfuerzo hasta imbuir en la gente la idea de que una regla se transgrede “aunque sea un poquito nadamás”. Si usted se estaciona un minuto: ¡multa! Si usted rebasa en tres o cuatro kilómetros la indicación de velocidad máxima: ¡multa! Si usted se pasa “nadamás un poquito” un semáforo en rojo o en ámbar: ¡multa!
Con toda seguridad, la aplicación estricta del reglamento traerá mayor orden a la vialidad, y en una de ésas se tornará más fluida en la ciudad.
Y una consecuencia virtuosa más, es que se reducirá considerablemente el número de accidentes, desde los que causan innumerables molestias porque dejan inutilizado el coche por varios días, hasta los fatales en los que una persona o más pierden la movilidad, algún sentido, algún órgano o hasta la vida.
Eso último es motivo más que suficiente para que todos impulsemos la aplicación sin reservas y sin excepciones del nuevo reglamento, y apoyemos al personal de Tránsito que tiene la responsabilidad de hacerlo efectivo.
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