Todos hablan linduras, maravillas, de la comida de Armando López Contreras con motivo de su cumpleaños. Permítaseme ser el prietito en el arroz, tal vez porque el mundo se está volviendo loco o solo para llevar las Contreras. Hablemos antes de este mundo tan loco. En Estados Unidos es cosa común que los niños de primaria se desayunen su Rice Krispies y se dirijan al clóset de blancos donde los papás guardan (por si las flys se hace patente el apocalipsis zombie) una Uzi y una Heckler & Koch perfectamente aceitadas, veinte cajas de munición y tres granadas de fragmentación. Ya cargados, se dirigen al cuarto de la mamá que se está desayunando al padrastro y le dicen con voz de Terminator “No le pusiste mermelada al cereal” y le vacíen todo el plomo de la Uzi, posteriormente, sin rastros de conciencia, abren el cuarto de la abuelita, le tiren una granada y salen de la casa rumbo a la escuela donde se desquitarán de todos los que le hicieron bullying, la niña linda que no los peló, los maestros que lo atosigaron con tanta tarea durante su dilatada y angustiosa vida, y por último le meten una granada en cada fosa nasal al Director y le descarguen más balas mientras le dice Muere Caraculo.
Lo que sí no había visto, y mire que en estos tiempos eso ya es mucho decir, fue la agresión que sufrieron dos reporteros de Virginia, Estados Unidos, en televisión EN VIVO. ¿Así o más protagónico el asunto? Pobre gente, no sólo murieron por la balas de un loco sino que incluso su muerte es viral en las redes sociales y le da la vuelta al mundo en noticieros y periódicos. Qué desesperación tan grande se le alcanzó a ver a la reportera mientras recibía los balazos… no se vale. Esa bestia los cazó como Tranquilino mató a los López, con la salvedad que estos estaban durmiendo y se quedaron como pajaritos tiesos y solo colgaron el pico. En cambio la reportera corría por su vida mientras el reportero caía al suelo pidiendo ayuda a Dios, pero la constante es que también estaban completamente distraídos sin entender qué pasaba a su alrededor.
Eso allá, en Estados Unidos dirá usted, allá donde el mundo se está volviendo loco, pero resulta que también en México. Hace poco en Tijuana una chica de origen ruso, se despertó un buen día, revisó su Facebook y engarzó las cuentas de la pulsera roja que le ahuyentaba el mal de ojo, después, muy tranquila se comió unas Maruchan, tomó un cuchillo marca asústame, y con éste hirió y luego asfixió a su hemanita porque le hacía brujería, se limpió la sangre y le hizo lo mismo a su mamá, que también le hacía brujería. Con tranquilidad pasmosa se fue a una tienda de conveniencia y preguntó si tenían bolsas grandes –de las negras porque si no se hace mucho mosquero-, y ahí metió los restos… luego se fue a deambular por las calles como la Llorona.
Eso en el norte, en el noreste, en Madero, Tamaulipas, otra niña, igual de loquita que la otra, mató a sus hermanitos, uno de 3 años y otro de 9 meses, porque “Satanás le dijo que lo hiciera”. Dígame usted si eso no es de locos.
Pero volvamos al tema de la comida. Sépase que mi ausencia involuntaria de estas lides periodísticas se debió a un agudo cuadro infeccioso que me llevó al hospital, nada grave, tampoco es para que corra a alzar el teléfono para preguntar por mi salud, pero sí lo suficiente para retirarme del escritorio. La comida en cuestión, estuvo muy concurrida pues se dieron cita los principales líderes de opinión del Estado, y llegó también el Senador Pepe Yunes que venía –se veía- acalorado pues después se supo, había acudido a una reunión en una zona calurosa del Estado (hay pocas). También estuvieron el Secretario de la SIOP Tomás Ruiz y la todavía diputada Zita Pazzi. Vaya, hubo representación extensa. Periodistas guerreros y uno, tal vez dos, bastante domesticados, políticos del norte, del centro y del sur. Para todos hubo comida, que se veía bastante rica: picaditas freídas con manteca y cernidas de frijol, salsa roja o chileseco, cueritos, carnitas, chicharrón, barbacoa de pollo, tortillas, guacamole y cervecita. Un agasajo visual, un festín al que todos le entraron con frenesí, y yo, milando como el chinito, como en el cuento aquél en que toda la comida que tocaba el náufrago se le descomponía en las manos. Estando enfermo, no pude comer nada, y eso, por cierto, sí es para volverse locos… que se den de santos que no llevaba mi Uzi.
Tome nota: revise bien, no vaya a tener en su hogar algún chiquillo o chiquilla que piense que le están haciendo brujería… es más, mejor ni los contradiga. Hoy mejor yo pongo seguro.
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