El bendito señor Videgaray -que muestra hacia la economía de las clases populares una paciencia sólo comparable a la del santo Job- sale en la televisión y en los otros medios y nos dice que todo va bien, que no debemos hacer caso a la vana ilusión de nuestros bolsillos vacíos y que nos espera a todos los mexicanos en el futuro tal vez próximo un bienestar digno de Jauja… solamente que hay que resignarnos a pasar el trago amargo de la crisis actual, con el dólar por las nubes, nuestro petróleo por los suelos y las bolsas del mundo en un vaivén demoniaco que un día nos encarecen las divisas y al otro nos empobrecen nuestras riquezas naturales.
Pero en su providencial optimismo, don Luis Videgaray Caso precisamente no hace caso a los signos ominosos del presente y nos dice que todo va bien, muy bien… Y muy bien le va a la Hacienda de la cual él maneja las finanzas, cuando el titular del SAT -que dios tenga en su gloria- anuncia que con apretazones y todo, con pérdida de empleos y cierre de empresas, la recaudación por los impuestos que pagamos los mexicanos de a pie subió 20% este año.
Vaya, una buena noticia: somos un país pobre, pero tenemos un Gobierno rico, lo que debe ser un alivio para alguien, supongo. Y por eso ese mensaje de que todo va bien:
Que si el petróleo bajó, es bueno; que si el dólar alcanzará la mayoría de edad pues pronto llegará a los 18, excelente para los que reciben las remesas; que si los impuestos han subido, señal de que como ciudadanos de clase media somos muy cumplidos para pagar lo que no debemos; que si se pierden puestos de trabajo, ¡bah!, es por flojos…
Todo va bien, muy bien.
La economía del país está restringida porque desde el Gobierno federal no fluyen los recursos a los estados y municipios (a menos que se trate del consentido Edomex). Es una pena viajar por el país y ver que las obras que se han anunciado con bombo y platillo nomás no tienen para cuándo empezar, que las primeras piedras y los banderazos de salida se han quedado en eso: en buenas intenciones y noticias para acallar la impaciencia ciudadana ante la atonía de una administración que no suelta los recursos y si lo hace, dilata entregas, recorta aportaciones (y aporta recortes), inventa pretextos para no entregar los anhelados recursos.
Pero don Luis Vide (¿vini, vinci?) nos dice que erramos al pensar que la economía nacional está del nabo; que no debemos quejarnos si a la quincena tenemos que bajarle el dobladillo para que nos alcance a fin de mes; que somos unos ciegos porque no vemos que el mundo está mal y sólo a nosotros no nos afecta; que la economía neoliberal está haciendo agua en todas partes menos en México, donde tenemos los ricos más ricos del mundo (y ese orgullo soslaya la otra realidad, la de que también contamos entre nosotros a los más pobres entre los pobres).
Todo va bien, muy bien. Ajá. Qué bueno. Pero, señor Secretario, ¿cuándo ese bienestar nos llegará a nosotros?
Acá seguimos esperando…
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