En la última semana mucho se ha dicho y debatido sobre el endeudamiento de los gobiernos estatales, en particular el de Veracruz. Las cifras difieren de acuerdo a la procedencia de la versión y la óptica e intereses con que se valora, todo esto a pesar de que existe una declaración oficial, por parte de cada uno de los Poderes del Estado de Veracruz, así como el monto oficial que consigna la Secretaría de Hacienda del Gobierno Federal.
Asimismo, se ha estado hablando de las gestiones que ya se emprenden para renegociar el plazo de la deuda y sus intereses, así como la adquisición de nuevos empréstitos para paliar la delicada situación financiera que enfrenta nuestra entidad, pero sin abordar y resolver el fondo del problema.
Pienso que este es un tema de la más alta prioridad, porque Veracruz no puede estar al borde de la parálisis, máxime que hay un gran número de dependencias que no deben detener su operación.
La economía veracruzana se encuentra detenida, desde hace dos años. Solo en este año, al segundo trimestre, se habían perdido 18 mil empleos.
Se tiene la percepción de que la administración atraviesa por una crisis seria.
Es un rumor generalizado surgido de las propias áreas administrativas, por ejemplo, el esfuerzo con que se paga la nómina gubernamental cada quincena, sin dejar de mencionar las graves carencias del sector Salud, cuyos trabajadores han ya expresado su molestia mediante paros y los pacientes resentido la precariedad del sector. Esto es de suma gravedad para la vida social de Veracruz.
Al respecto traigo a colación la sentencia de Napoleón: “Vísteme despacio que llevo prisa”. Es necesario renegociar la deuda y gestionar nuevos recursos, es casi una emergencia; pero antes, es imprescindible atender las causas estructurales que permitieron que Veracruz, al igual que muchas otras entidades federativas, incurriera en los altos niveles de endeudamiento que hoy se tienen.
Ahí están los ejemplos de Coahuila y Nuevo León, entre otros, que hoy enfrentan un problema muy similar al de Veracruz.
Las reestructuraciones de Coahuila y Chihuahua no son ejemplo de seriedad ni de responsabilidad. Son ejemplo del desorden acumulado.
La situación internacional, particularmente la baja del petróleo y el colapso del mercado de valores chino, no es un pretexto. Hay muchas entidades, la mayoría, por cierto, que no están reestructurando porque sus deudas son sanas.
¿Qué ocurre en Veracruz?
Lo que vivimos ha sido propiciado por diversos factores en la planeación y administración de los recursos públicos, pero también, por la falta de un sistema adecuado de frenos y contrapesos que permitan la correcta aplicación y fiscalización del dinero público, a través de la Rendición de Cuentas y la Transparencia.
Esta deuda no se generó de la noche a la mañana, sino a través de varios años y en por lo menos tres administraciones estatales. La deuda pasó de poco menos de casi 3 mil millones en 2004 a 44 mil millones, al menos, hoy. La pregunta obligada es ¿Dónde estaban quienes hoy se rasgan las vestiduras y fustigan a diario al Gobierno del Estado, cuando esta deuda se estaba generando?
Fuimos pocos los que nos opusimos a tiempo y en público al arranque de este proceso.
Diversas personas que interactúan de manera profesional en el quehacer público hoy cuestionan el endeudamiento, pero reitero ¿Dónde estaban? También la omisión implica complicidad. Entonces no criticaban por desconocimiento –muy grave si tenían responsabilidades-, conveniencia o complicidad.
De pronto, cuando hay afectación de intereses, o sea, cuando las decisiones y los vientos no son favorables, entonces son los más severos críticos. Creo que no se vale, porque la acción política debe sustentarse siempre en Principios y Valores, no solo en intereses.
Si los gobernantes incurren en un error, como todo ser humano puede hacerlo, para eso está la división de Poderes y para eso está la prensa libre, así como los académicos e intelectuales y la propia oposición política. Esa es la interacción que hace que una sociedad sea políticamente desarrollada: el ejercicio de los Frenos y Contrapesos que sustenta la Democracia.
Pienso entonces, que antes que empeñarnos en ampliar plazos para el pago de la deuda y gestionar recursos frescos, es urgente hacer una reforma profunda del marco jurídico y político en Veracruz; asimismo, reordenar las finanzas públicas. De lo contrario, esta situación podría repetirse en los próximos años, incurriendo en un círculo vicioso de graves consecuencias para nuestro estado y el bienestar de los veracruzanos.
Hay un dato muy claro. Ya se ha reestructurado la deuda de Veracruz. El monto no fue menor: fue superior a los 9,500 millones de pesos.
Más reestructuración dará flujo, pero no cura el problema.
¿Las anteriores reestructuraciones impulsaron el crecimiento, la infraestructura, el empleo? No. ¿Se cubrieron las obligaciones con proveedores? Tampoco.
¿Que será diferente ahora?
Lo dije y lo sostengo: hay que reestructurar. Esa no es la pregunta. La pregunta es ¿para qué?
No se puede generar más carga, por más tiempo, a los veracruzanos.
La reestructuración es una condición necesaria, no suficiente, para solucionar el grave problema económico de Veracruz. Hay que hacer más.
El Gobierno debe compactarse y adoptar las mejores prácticas de administración. Sin ejemplo, no habrá convocatoria posible a más sacrificios sociales inútiles.
El destino del ahorro y el flujo que se libere de la restructuración debe supervisarse por el Senado de la República o por una Comisión de la Sociedad Civil. Tenemos que garantizar que aquello que se libere llegue a manos productivas que inviertan en Veracruz en proyectos de alto impacto: competitivo y de generación de empleo.
Hay, también, recursos por recuperar, que debe conseguirse a través de la aplicación de la ley. El castigo a malos funcionarios, contratistas, no basta: hay que restituir el daño al erario.
Desde el Senado de la República apoyaremos un esfuerzo, con el énfasis en que sea integral.
El objetivo debe ser que la economía vuelva a crecer para que se distribuya el bienestar y, al mismo tiempo, se reduzca el peso de la deuda con respecto al PIB.
En fin: hay un paquete de medidas que hay que tomarse de inmediato: no hay balas de plata.
Hacer lo mismo, recordaba Einstein, lleva a los mismos resultados.
Desde el Senado de la República haremos los que corresponda.
Ahí está la Ley que aprobamos para regular la Deuda de los Estados y Municipios; ahí está también el Sistema Nacional Anticorrupción que ha impulsado el Presidente Enrique Peña Nieto. Son dos elementos muy valiosos que deben ser tomados en cuenta y ser la referencia para reformar la forma de ejercer el gasto público en los estados, entre ellos Veracruz, de manera responsable.
La más alta prioridad debe ser hoy garantizar a los veracruzanos que lo ocurrido con el endeudamiento y con el posible uso indebido de los recursos no vuelva a repetirse jamás. De lo contrario solo estaríamos atendiendo la urgencia, pero sin visión de futuro.
Lo he dicho y lo reitero: hay que castigar a los servidores públicos que resulten responsables de los manejos indebidos de los recursos públicos, pero sobre todo, hay que impedir que esto se repita.
Esta posición no es nueva ni obedece a proyectos personales, siempre he sido congruente con la postura de ser cuidosos con el endeudamiento público.
La contratación de deuda debe ser bien pensada y con objetivos claros, como lo demuestra el Diario de los Debates del H. Congreso del Estado Veracruz, ahí está mi postura contundente sobre la bursatilización.
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