No me dejará mentir y concordará conmigo, en el terrible desasosiego y desolación que nos quedamos cuando las auxiliares del hogar deciden un buen día decirnos “patrón, yamivoy, aquí nomiallo”. Doña Guadalupe partió así, la jefa del departamento de limpieza y chocomiles mañaneros, decidió que ya no sería más la alegría del hogar. Comprenderá que mi hija, la joven Gloria, sintió que se le abría un hueco bajo sus pies y que caía sin tregua a ardientes lagos de lava. Karla, un poco más mesurada, se mesó los cabellos por tres horas hasta que le quedaron puros jirones en el cuero y trémulas mechas entre los dedos de las manos. Al Paquito, que pareciera que ni se entera de nada, le dio un ataque de ansiedad y comió tanto dulce que ya cubrió su cuota de un año, le tuvimos que quitar el frasco de mermelada para evitar que engrosara la fila de diabéticos precoces.

No sé a dónde se haya ido, pero la vi muy sin trapear pero muy concentrada viendo el Informe de Peña Nieto. Lágrimas se le escurrieron cuando el Presidente dijo que “en donde se impone la demagogia, la intolerancia o el populismo, las naciones lejos de alcanzar el cambio anhelado encuentran división o retroceso”. Creo que se tomó muy a pecho lo anterior, máxime que era AMLObeliever y siempre traía una imagen del Rayito de Esperanza colgada al cuello.

No me quedó muy claro si sólo se iba de la casa como protesta al imperialismo yanqui o de plano se iba del país. Es el destino, dirían algunos. Pero cómo no ponerse en los zapatos (sandalias o chanclas) de doña Lupe si el Presidente se pone de dogmático a decirnos que México está destinado a ser una de las naciones más prósperas, que México se perfila como una de las 10 economías más grandes del mundo, y que su responsabilidad como Presidente es avanzar sin dividir, transformar sin destruir. Un destino manifiesto tan sobado como el de “Por mi raza hablará el espíritu”.

¡Ay Dios! Ojalá realmente fuera cierto eso del destino, porque yo sí tengo esperanzas que este país tan vasto y tan bello que los políticos tienen por el momento bastante cacheteado, algún día alcance por fin la grandeza y prosperidad que nos vienen prometiendo desde hace tanto. Peña Nieto nos pintó un país que si no lo conociéramos hasta ganas nos darían de mudarnos ahí. Un país que va creciendo, que tiene empuje y que va a superar todas las adversidades económicas globales con la súper orientación de Agustín Carstens.

Doña Guadalupe nos dejó, se nos fue la alegría del hogar, y eso a mí me tiene hoy más angustiado que cualquier cifra macro o micro económica. Ya llegará otra afanadora que no haya visto el Informe y que no me salga a la primera de cambio con que nosialla. Ya antes doña Lupe había tenido sus escarceos de ir a refugiarse a la guerrilla tabasqueña pero volvía, y nosotros siempre la esperábamos ansiosos dispuestos a dejarla iluminar la casa. Hoy, parece que sí va en serio, que esta es por fin su despedida y que se va con AMLO a prepararle a él su caldito de piedra (¡Llévame a mí!).

Bien dicen que los problemas nacionales se pueden ir al carajo cuando hay problemas en la casa. Por eso a la gente no le importan los miles de millones que se invierten, los porcentajes comparativos que demuestran que estamos mejor que el año pasado, que el sexenio pasado, que el siglo pasado; nada de eso importa cuando la gente de a pie tiene hambre, no tiene trabajo o el que tiene no le satisface, cuando la paga es pírrica y las necesidades tantas. Este Informe lo recordaré porque hizo llorar a doña Lupe, y porque la hizo sentir que no siallaba.

Tome nota: ¡Qué bella frase! “En todas las naciones surgen dudas, pero el riesgo es que en su afán de encontrar salidas rápidas, las sociedades opten por salidas falsas”. A ver ¿Quién la dijo?

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