La naturaleza cobra facturas por los excesos que cometemos, y la responsabilidad es nuestra. Hemos sido testigos de distintas tragedias por no prevenir situaciones, por los asentamientos irregulares y por la corrupción, que ha permitido –por ejemplo– lotificar áreas de alto riesgo.
Después vienen los titulares, en los que se “culpa” a la naturaleza por los daños materiales y pérdidas humanas. ¿De verdad es la naturaleza? No lo creo, por eso los 212 ayuntamientos deben “ponerse las pilas” en materia de Protección Civil.
Estamos en vísperas de conmemorar la tragedia de los terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985, cuando buena parte del Centro Histórico de la Ciudad de México fue destruido. Tres décadas, durante las que el aprendizaje para prevenir ha sido lento.
También, un año antes, testificamos la muerte de los vecinos de San Juan Ixhuatepec, en el estado de México. Se habló y escribió de 600 personas fallecidas, enterradas en fosas comunes, y más de dos mil heridos. La causa: negligencia y corrupción de la empresa gasera.
Por eso el llamado que hace el diputado local, vocal de la Comisión Permanente de Protección Civil del Congreso del Estado, Eduardo Sánchez Macías, a los presidentes municipales de la entidad, en relación con la necesidad de garantizar cabalmente lo estatuido en el Reglamento de la Ley de Protección Civil y Reducción de Riesgos del Estado.
“En Veracruz, todos los municipios enfrentan diferentes tipos de vulnerabilidad, pero la situación se complica durante la temporada de lluvias y huracanes, al generarse deslave de cerros, desbordamiento de ríos, inundaciones, rachas de vientos violentos, rayos u otros fenómenos perturbadores.”
La recomendación es extensiva para que eviten la instalación de gasolineras, industrias y asentamientos humanos en zonas de alta vulnerabilidad.
Decíamos antes que más vale prevenir que lamentar, pero a veces se nos olvida. También recuerdo unos promocionales televisivos o radiofónicos que sentenciaban: los accidentes no nacen, se hacen. Era una especie de “Pepe Grillo” que nos mantenía alertas sobre todo con los accidentes domésticos.
Muchas historias se contaban sobre niñas y niños quemados por la plancha, con agua hirviendo, lastimados por introducir sus dedos en los contactos de energía eléctrica. Ahora vemos en las redes sociales imágenes de accidentes por mantener la computadora portátil o el teléfono conectados, mientras los usamos.
Las causas pueden ser múltiples, con una sola consecuencia: lastimar nuestra integridad física. Debemos actuar desde lo más íntimo de nuestro hogar. Los gobiernos hacen su parte y nosotras, la nuestra.
No culpemos a otros de nuestras desgracias, si no ponemos la atención debida. Hagamos de la protección un hábito, que multiplicado pueda convertirse en costumbre. Ejemplo de lo anterior son las calles inundadas cada vez que llueve. ¿Por qué seguimos tirando basura en la vía pública? Si con nuestros desechos tapamos las alcantarillas, ¿por qué nos quejamos después?
En fin, cada una y cada uno conoce sus responsabilidades y asume las consecuencias. Seamos ciudadanos participativos, pues los pequeños detalles son la base de las grandes obras. ¿No lo cree?
Por hoy es todo. Le deseo un excelente fin de semana y nos leemos en la próxima entrega.