Las piedras sintetizan el paso del tiempo y las variantes climatológicas. Son los “huesos” del planeta y nos cuentan sus historias. De ahí que abrevamos en ellas para conocer nuestro pasado distante y cercano.
Nuestras construcciones nos dicen lo que hemos sido. Cada vez que se derrumba una, que se modifica o desaparece, perdemos parte del paisaje y la fisonomía de nuestra historia. Están bien la modernidad y los cambios, pero podemos cohabitar entre la nostalgia y el futuro.
Así como nos enorgullecemos de los centros históricos de muchas ciudades del país y del extranjero, podríamos empezar por casa y cuidar nuestro acervo arquitectónico. Tenemos una riqueza enorme que debemos conservar y difundir.
Recordemos que el pasado 17 de junio, el diputado Adolfo Jesús Ramírez Arana, presentó un Anteproyecto de Punto de Acuerdo para solicitar que los cabildos clasifiquen sus inmuebles históricos de sus respectivos municipios.
El Legislador explicó que “las autoridades municipales deben servir de medio para que estos bienes sean colectivos, pues el cuidado de nuestra historia es responsabilidad de todos. Cada país lo hace, cada pueblo contribuye y no debemos ser la excepción”.
Por supuesto que para realizar dicha labor es necesario el apoyo interinstitucional con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y con el de la Universidad Veracruzana. Con ésta última se puede trabajar con las facultades de Antropología, la de Arquitectura y con los Institutos de Antropología y de Historia. Vamos, es cuestión de que empezar y ganas de trabajar.
Esta experiencia puede ser provechosa para los jóvenes universitarios que podrían canalizar su apoyo mediante prácticas y servicio social.
Sea como sea, no debemos olvidar esta propuesta del citado legislador.
Es vedad que si uno no valora lo que tiene nadie más lo hará. Debemos dejar de pensar que “todo lo de fuera es mejor” y empezar a reconocer y apreciar lo que tenemos en casa. No avergonzarnos, sino por el contrario, mostrar con orgullo toda nuestra riqueza cultural, estética y artística que en cada edificio y casa tenemos.
Ramírez Arana comentó: “existe un gran legado que no apreciamos en su justa dimensión: Inmuebles históricos en ruinas, deteriorados. En ocasiones los ocupan o habitan personas que no son sus legítimos propietarios y se ostentan como tales sin acreditación válida, o están completamente abandonados”.
A esta edad una ha vivido, comido, bebido y viajado lo suficiente para darse cuenta de que no requerimos hacer parques temáticos con un ratón de anfitrión, ni hacer salas especiales para veamos un muro, una máscara o una pared como algo “hermoso y sorprendente”. A cierta edad uno sabe lo que tiene en su hogar, en su estado y en su país.
Por eso es importante que rescatemos y preservemos todos esos inmuebles que son parte de nuestro pasado. No para ponerlos en un nicho, sino para recordar que tenemos historia, incluso más de la que creemos o sabemos.
Esto nos involucra a todas y todos, si nuestros gobiernos municipales no quieren, no pueden o no les interesa preservar nuestro pasado arquitectónico, podemos hacerlo desde “abajo”. Nuestra sociedad necesita empezar a caminar por sí sola y este puede ser un buen motivo. Somos la síntesis de nuestro pasado, pero nada seremos en el futuro si no preservamos la herencia que nos dejaron.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente inicio de semana y nos leemos en la próxima entrega.