La reciente problemática de los 30 estudiantes sirios que serán, o deberían estar ya, establecidos en México sigue sin resolverse. La iniciativa humanitaria internacional Habesha, encabezada por Adrián Meléndez, busca reinsertar a los estudiantes sirios en una institución educativa en Aguascalientes -concretamente, la Universidad Panamericana Bonaterra- después de que su formación se vio truncada y su vida alterada en su país natal debido al conflicto.

Este asunto internacional refleja perfectamente tres dimensiones de una misma problemática. La primera: la primacía de la tramitología, del papeleo y de la normatividad diplomática sobre la vida y la tranquilidad humanas. Los estudiantes no se han establecido en México debido a falta de documentos como pasaportes y a la poca relación diplomática entre México y Siria, a lo que se añade la insuficiencia de un marco legal en México para atender situaciones de emergencia internacional como ésta. Cabe mencionar que esta primacía del papeleo y el derecho internacional sobre la vida se manifestó con toda su crudeza con el caso Aylan.

La segunda dimensión: que a nivel global se vive un recrudecimiento de la violencia y del conflicto. El mundo está cundido de focos de conflicto o de inestabilidad social, a lo que se suma el poco alentador panorama económico y la falta de respuesta de las instituciones financieras internacionales (o más bien, supranacionales). Irónico, que las personas sean trasladadas de un país en conflicto a otro país en conflicto. Aquí la diferencia sólo es de grado.

Tercera: que la iniciativa y la disposición de los ciudadanos puede lograr más que las acciones institucionales a nivel macro. La iniciativa Habesha, a pesar de los frenos jurídicos a los que se enfrenta, demuestra que la acción a nivel micro sí resuena en los medios y sí puede cambiar marcos jurídicos, creando nuevas vías legales para resolver problemas actuales.

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