Se ha dicho en reiteradas ocasiones y se insistirá hasta que sea la norma de nuestra convivencia social: en una sociedad democrática la mujer tienen los mismos derechos y obligaciones que el varón. No más, pero no menos.
Democracia no es un concepto abstracto, recurrente en los discursos políticos, ni un término –entre miles– que podemos encontrar en un diccionario o en el estudio de la filosofía antigua. Es un trabajo constante, sistemático, que cada sociedad debe hacer para evitar la segregación de sus propios miembros.
Cada país tiene una historia que comparte. Así, lo que las mexicanas hemos construido ha sido acorde con nuestras necesidades, expectativas y exigencias. Obvio, México no es una isla y compartimos y abrevamos de experiencias exitosas, pero jamás nos olvidamos de quiénes somos y qué queremos.
Al participar en la XIV Asamblea General de la Confederación Parlamentaria de las Américas (Copa) y la XIII Reunión Anual de la Red de Mujeres Parlamentarias de las Américas, la diputada presidenta de la Mesa Directiva del Congreso local, Octavia Ortega Arteaga, ponderó las recientes reformas en las que se garantiza la paridad entre los géneros, para ser postulados a cargos de representación popular.
Esto no debe minimizarse y menos por nosotras. No importa que nos digan que parecemos “disco rayado”, porque sabemos lo que nos ha costado ser consideradas sujetas de y con derechos en nuestro país. Demos un breve repaso a la historia:
“El 17 de octubre de 1953 apareció en el Diario Oficial de la Federación un decreto en el que se anunciaba que las mujeres tendrían derecho a votar y ser votadas para puestos de elección popular. Este decreto fue el producto de una larga lucha.
“En México, los primeros antecedentes exitosos del voto datan de 1923 en Yucatán, aunque hubo peticiones desde 1916. Yucatán reconoció el voto tanto municipal como estatal en 1923, con tres mujeres electas para diputadas al Congreso estatal: Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib y Beatriz Peniche de Ponce. Además, Rosa Torre fue electa para regidora en el Ayuntamiento de Mérida. Sin embargo, cuando el gobernador Felipe Carrillo Puerto murió asesinado en 1924, las cuatro tuvieron que dejar sus puestos.”
La información anterior fue retomada del Portal de la Universidad de Guadalajara (UdeG) y, en términos generales, coincide con la mayoría de textos físicos y virtuales en relación con el tema.
Entonces, si apenas tenemos 62 años de poder ejercer un derecho universal, ¡cómo no celebrar que ahora tengamos paridad en las candidaturas!
Por eso, la diputada Ortega Arteaga destacó que “con la reforma en Veracruz, para garantizar que al menos el 50 por ciento de las candidaturas a cargos de elección popular sean para mujeres, la entidad se encuentra a la vanguardia, pues les permite mayores oportunidades de incorporarse a la vida pública, y generar políticas encaminadas al bienestar social.”
Nos falta mucho camino en el perfeccionamiento de nuestra democracia, pero cada logro, cada paso, debe ser considerado un triunfo que nos aliente a continuar en el trabajo de una sociedad más equitativa e incluyente.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente fin de semana y nos leemos en la próxima entrega.