«Administrar la angustia implica un entrenamiento constante de la mente para mantener los pensamientos en el momento presente (que la mente esté donde está el cuerpo). Desidealizar el pasado, que tal vez era igual de problemático pero lo hemos olvidado. Abandonar la obsesión por el futuro y resolver solamente los problemas que aparezcan durante las siguientes 24 horas. Adoptar una filosofía de vida que normalice también la angustia también puede servir. Entenderla no como una enemiga, sino como una señal de que algo debe cambiar para mejorar nuestra vida y como una consecuencia inevitable de la libertad». Lo escribe Vale Villa en «La Razón».