Después del informe del Grupo de Expertos Internacionales (GDEI) nombrados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para investigar el caso de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Maestros “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Gro., aunque no lo parezca así en un principio, las cosas parecen aclararse aún más a pesar de que la verdad probablemente nunca se conozca tal y como ocurrió exactamente, es decir, va a ser una posibilidad remota.

Y cuando hablo de verdad me refiero a la verdad histórica y/o jurídica que se manejó para dar por cerrado el caso de manera definitiva, o hasta que no aparezca una prueba fehaciente de lo que ocurrió con al menos 42 de los 43 jóvenes estudiantes guerrerenses, y digo 42 porque de uno de ellos ya se identificó un fragmento de hueso humano de los restos que fueron recogidos por los peritos argentinos del basurero de Cocula, dato que fue confirmado por los laboratorios forenses de Innsbruck, Austria, por lo que quitando a este estudiante, Alexander Mora Venancio, al resto de los normalistas se les debe dar oficialmente como desaparecidos.

Pero decía yo al principio de este artículo que aunque las cosas en apariencia se enturbiaron más a partir del informe de expertos designados por la CIDH, que entre paréntesis alimentaron la versión que estaban esperando algunos para exacerbar la falsa versión de que “¡Fue el Estado!” y de que Murillo Karam lo único que hizo fue engañarlos cuando concluyó desafortunadamente con lo que llamó la “verdad histórica”, se abrió la posibilidad de dar cierta credibilidad a la versión “de que entonces los estudiantes fueron desaparecidos en unos hornos crematorios que el Ejército Mexicano tiene en algunos cuarteles de sus zonas militares”, o como quien dice, estaríamos hablando de la reedición de algo que podríamos catalogar como Auschwitz II, cosa que digo con mucho respeto, pero ¡por favor, hay que ser más mesurados y menos supersticiosos cuando se versiona!

Y es que en estos días he escuchado cada versión, ¡increíble! –por no decirles barbaridad-. Una de las últimas fue la que sugirió a Primitivo Olvera de Radio Fórmula un individuo del cual no me acuerdo su nombre, que escribió un libelo sobre este trágico acontecimiento y que concluyó tajantemente, ante una pregunta del periodista sobre qué fue lo que ocurrió en verdad aquella noche del 26 de septiembre de 2014: “Que lo que pasó en realidad con los estudiantes fue una especie de ‘limpieza social’ que hizo el Estado a través de grupos paramilitares perfectamente entrenados y especializados en exterminio”. Sin palabras.
Pero ya, hablando en serio, la conclusión a la que llegan el GDEI de la CIDH a través del informe de más de 500 páginas que presentaron es una conclusión seria y consistente, más allá de que parece una especie de investigación de la investigación que hizo la PGR con Murillo Karam. Quizá lo menos consistente es que descalificaron la posibilidad de que los estudiantes hubieran sido calcinados en el basurero de Cocula basados en las conclusiones a las que llegó a su vez el experto peruano José Torero, que contraviene otros peritajes como los de la propia UNAM, en los que se afirma contrariamente que sí pudieron haber sido cremados en el mencionado basurero.

Como quiera, el informe del GDEI abrió la posibilidad de que se abran nuevas líneas de investigación y de que se retome el caso desde otros ángulos que abonen a su esclarecimiento. Lo que no hay que descartar es la línea que conduce a un móvil en donde está involucrado el crimen organizado y el trasiego de estupefacientes, concretamente de heroína a los Estados Unidos, es decir, que sí desafortunadamente los estudiantes corrieron la suerte que corrieron porque se encontraron en el lugar menos indicado en el momento más desafortunado lo que desencadenó, por decirle así, la “cacería despiadada” de que fueron objeto.

Para nadie es un secreto de que en el estado de Guerrero se produce todo tipo de estupefacientes, entre otros mariguana y goma de opio que son enviados a través de diferentes rutas, sobre todo el Pacífico, a ciudades de los Estados Unidos como Chicago. Ya he comentado aquí que el que esto escribe vivió un tiempo en ese estado del sur de México y una de las cosas que más me llamaban la atención de esa entidad es el intercambio cotidiano que hay entre los guerrerenses y el país vecino, cosa que se explica porque, por ejemplo, nada más en Chicago hay una colonia como de 1 millón de ellos.

Es tal el intercambio que todos los días y a cualquier hora salen camiones con destino a los EUA de cualquier estación de gasolina que usted se imagine, una de las más frecuentes es una que se ubica en la carretera federal ya para llegar a la caseta de Iguala, en donde los camiones fletados especialmente para cubrir esa ruta, salen con una frecuencia asombrosa, luego entonces aquello de que se ha hablado respecto al “chiquiteo”, “dobles fondos” y “maleteos” no hay que descartarlo como una práctica frecuente y “segura” para el trasiego de estupefacientes y como un móvil de lo que, finalmente, pudo haber desencadenado todo lo que pasó con los estudiantes normalistas.

Hace tiempo leía algo que se decía en los años 80, cuando esta pesadilla comenzó en México al convertirnos en el principal proveedor de drogas al mercado de los EUA y cuando se abrieron las primeras rutas al narcotráfico a través del país con droga que venía de Sudamérica: “el país comenzó abriendo las puertas para que pasaran y terminó abriendo las piernas para que se quedara –la droga-“, lo que tristemente parece que fue cierto, pero aquí se rompieron todas las reglas, se implementaron nuevos esquemas y se experimentaron nuevas formas en cuanto a los usos y costumbres del crimen organizado, formas inimaginables como lo que ocurrió con los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, como lo que ocurrió, no muy distante en cuanto a víctimas, en San Fernando, Tamps., o lo que, finalmente ocurrió también en el Casino Royale de Monterrey, Nuevo León.

Del Vampiro de Palo Verde.- En México parece que no entienden, la imagen que proyecta el güero Arturo Escobar, “el verde”, es la de un cínico. Pues sí digo yo y pregunto, ¿pero que a poco no también esa misma imagen proyecta un senador, líder de la bancada tricolor en la Cámara Alta?, tienes razón me contesta el vampire, “… nada más que ese senador que tú bien dices, con todo respeto para él es un caballero del cinismo”.