A un día del Grito de Independencia, podemos ver en la calle puestos que venden banderas, rehiletes, rebozos y otros aditamentos relacionados con las fiestas patrias.
En el supermercado, la mercadotecnia a la patria impera para la noche mexicana.
La promoción de un refresco de cola y otro de sabor para acompañar al alcohol que se dice no puede faltar, “pues hay que celebrar”, así como las servilletas y desechables de colores hacen la ocasión.
Todo lo hacen fácil, pues hasta “stand” especial hay para comprar todo lo relacionado con los chiles en nogada y el pozole. Ya no tienes que andar buscando; los ingredientes están concentrados en un mismo sitio. Todo está perfectamente calculado para que no se olvide nada para esa excelente celebración donde los mexicanos obtuvimos nuestra “independencia”.
Pareciera que si no celebras estas fechas no eres tan mexicano como dices serlo, pues hasta se ha declarado día inhábil a través de la historia de nuestro país, para que todos los mexicanos sin excepción alguna, recordemos a Hidalgo, Morelos, Allende, Matamoros, entre otros, en la rebelión sostenida contra el mal gobierno.
Pero actualmente ¿hay realmente algo que celebrar?
Aclaro que no tengo nada en contra de quien celebra, es más, es un buen pretexto para una reunión de amigos, de vecinos o de familiares. Pero, por favor señores, realmente no celebramos nuestra independencia, más bien convivimos o conbebemos por un pretexto nacional.
Y me atrevo a decir eso porque seguimos permitiendo el mal gobierno, y no hago referencia solamente al gobierno federal, estatal o municipal, sino a los poderes legislativo y judicial donde en el caso del primero, se llega a la compra del voto; o en el caso del segundo, a un sistema plagado de corrupción donde hasta para que se busque un expediente en un juzgado se tiene que dar una mordida.
No pretendo con estas palabras darme golpes de pecho y buscar la paja en el ojo ajeno al criticar a los que celebran estos días simbólicos; no; pretendo hacer conciencia que si queremos en verdad celebrar, lo hagamos con un cambio de actitud.
Desde luego que ese cambio no es hacer una revolución en las redes sociales o incitando a la violencia. Más bien el cambio es interno, personal, por ejemplo ¿para qué pongo una bandera en mi automóvil? ¿para que todos vean lo buen mexicano que soy? ¿de qué sirve el lábaro patrio si no doy el paso al peatón?
O por ejemplo, mi casa la lleno con imágenes de Josefa Ortiz de Domínguez, Miguel Hidalgo y José María Morelos y Pavón, banderas en cada ventana y hasta pongo el escudo nacional en la puerta, pero ¿de qué sirve si cuando hay que decidir a nuestros poderes ejecutivo y legislativo no salgo a votar?
Sé que me escucho idealista y lo reconozco, pero los ideales llevan a muchos lados, y hace 205 años nos llevó a la Independencia de México.
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