Si ya supo de Capezzio, entonces me obligo a decirle al lector que puede omitir estas líneas, pues es posible que no le guste lo que acá se va a narrar:

El show cumbre, el especial del momento, la estrella de ese antro, aparecía justo a las 12 de la noche. Fue anunciada con bombo y platillo y apareció con la espectacularidad de esos burlesques de mis recuerdos en los 80, con una capa negra que se extendía a lo largo de su cuerpo que arañaba lo otoñal…

Sí, no era la figura delineada de esa “Rarotonga” que descubrí en el “Montparnasse” de Orizaba en mis años mozos, cuando nos colábamos a los shows cabareteros y nuestras primeras “cubas” eran las que podíamos “birlar” a los parroquianos que, embobados ante esculturales cuerpos y mareados de Bacardí, no se daban cuenta de que nos “invitaban” la copa.

Por eso, ante la ausencia de esa “Rarotonga” de mi juventud, me extrañó que la figura principal del show del “Balalaika” fuera esa otoñal dama, pero, pues ya estábamos ahí y aplaudimos, quizás envueltos en el entusiasmo de los exiliados de “La Hora Méndez” que encontrábamos refugio en Banderilla.

La dama se despojó de su capa y expuso un cuerpo que en su momento, debió ser más bello… pero sabía bailar y con sus movimientos y su cara pícara, envolvía en una danza a los parroquianos que a esas horas, lo único que querían era divertirse.

¿Y el show? ¿En qué consistía?

Alguien le pasó un cigarrillo que un atento caballero, de entre los presentes, encendió y fue entonces que inició un “streaptease” que me hizo recordar a “La Chica de Humo” de Emmanuel… el cantante, no la película.

Su danza la llevó al suelo y el cigarro lo llevó entre sus piernas… ¡ahí empezó el show! Llevar el cigarro de sus labios a sus otros labios ¡y echaba humo!

“Nada más falta que haga aritos”, pensaba, pero no… la mujer se quitó el cigarro y lo llevó a unos terceros labios… a los de un parroquiano que gustoso lo acabó de fumar.

Los aplausos estruendosos con ese fin se hicieron escuchar… Gritos de “¡Bravo!”, Silbidos de aprobación, la admiración total del respetable público hizo que el conductor llamara a guardar silencio porque la dama iniciaba otra danza… y los espectadores, atentos, disfrutaban de nuevo un baile. ¡Y apareció otro cigarrillo! ¡Y apareció otro caballero que, presto, lo encendió! ¡Y la danza pasó al suelo de nuevo!

Cuando creíamos que habíamos visto todo, ¡la dama nos sorprendió! Insertó el cigarro en el ano ¡y empezó a fumar! No, tampoco hizo aros, pero igual echaba humo…

Nadie pensaba en un potencial cáncer de culo o flatulencias con olor a Marlboro… la mujer mostrando algo más que el cigarrillo, giraba en medio del escenario para que todos viéramos su proeza “analítica”.

Entonces, se llevó el cigarro a su mano y levantándose, empezó a caminar en el perímetro escénico… una, dos y en la tercera vuelta, se paró en nuestra mesa y estoy seguro que hizo un perfil psicológico de los tres que estábamos libando; descartó a uno, al otro ¡y puso en la boca de nuestro amigo el cigarrillo quien le dio un golpe y él sí hizo aritos de humo!

Todos los presentes aplaudieron entre risas, algunos con gestos de “fuchi” pero los más, divertidos.

¿Qué era lo mejor de esas noches de exilio por “La Hora Méndez”? Una cosa: No había celulares, cámaras, artefacto alguno que quisiera exhibir a los presentes. Lo que allí ocurría, allí se quedaba. Nos encontrábamos a reporteros, periodistas, funcionarios, y nadie era más ni nadie era menos… no había al día siguiente, la nota de que “fulano estaba tomando”, “estaba ebrio” o “agarró novio”…

Lo ocurrido es un recuerdo que se puede platicar y en donde si se quiere, se guarda el anonimato de sus protagonistas o se revive con quienes estuvieron en ese momento.

Por eso, cuando alguien del público de “Capezzio” toma el video de esa chica que hace una felación por un pomo, obliga a preguntarme: ¿Cuál era la intención de publicar ese video? ¿ser el héroe de la película? ¿alertarnos de la moral de un grupo de asistentes a un antro? ¿generar una caja china? ¿aflorar nuestras buenas costumbres?

Me queda en claro que la intención era exhibir a la joven, a la mujer… se le juzga, se le condena, y la sociedad se desgarra las vestiduras. El sexo sigue siendo morbo…

Es más normal que en Veracruz haya ejecutados, levantados, fosas clandestinas, golpeados… pero una felación que debió quedarse en cuatro paredes ¡guácala! ¡es inadmisible!

No es el primer caso… ¿cuántas veces no se ha exhibido en videos a parejas teniendo sexo en oficinas, en tiendas, en la calle por el maldito poder que te da un celular?

Los móviles, los celulares, en lugar de acercarnos, nos exhiben y desnudan… dejaron de tener la gracia de capturar el momento familiar, de amigos, de cuates, para convertirse en una potencial arma que enfunda un criterio, una moral, que cree que al captar ese momento, se hace un bien, se hace justicia… sin intervenir directamente en un aparente problema.

Sigan pues grabando peleas de adolescentes para alertarnos del bullying; sigan grabando golpizas a mujeres por parte de sus maridos para alertarnos de la violencia intrafamiliar; sigan grabando gente que maltrata animales, para alertarnos de potenciales psicópatas… sigan grabando… sin actuar.

¡Ah! Y por si hubiera duda… yo no fumo Marlboro.

smcainito@nullgmail.com