62 años de su aparición
Este mes recordamos la aparición en el mercado de uno de los libros más vendidos en nuestro país, que sin lugar a dudas es El Llano en llamas de uno de los escritores más conocidos en México: Juan Rulfo. El cuento que da título a la obra publicada el 18 de septiembre de 1953 apareció inicialmente tres años antes en el número 64 de la revista América.
Algunos de los investigadores de la obra de Rulfo colocan a El Llano en llamas como una obra de profundas raíces prehispánicas debido a la actitud que asumen los personajes de los cuentos que la conforman, que a pesar de ser y tener características mestizas, su forma de concebir el mundo se acerca más a la conducta y al alma indígenas.
Para el mundo occidental contemporaneo que no conoce la historia y el desarrollo de la cultura latinoamericana y en particular la de nuestro país, es difícil tener una aproximación que entienda el mensaje de forma inmediata, y para los estudiosos de las formas literarias, escudriñando en los recursos técnico-literarios del autor se encontrarán con una serie de narraciones en donde las frases insinuan aspectos de la vida y el contexto de cada una de las historias, muchas de las veces sin decirlo, pueden parecer poco trascendentes hoy en día para algunos de los lectores, pero encierran una gran importancia por el sentir de toda una sociedad compuesta principalmente de gente del medio rural pero que los lectores aun sin ser de esa extracción lo entendemos como una de las formas de ser de la gran mayoría de nosotros, retrata fielmente nuestras carencias, anhelos, maneras de entender la riqueza y la pobreza de nuestra cultura, con un lenguaje conciso, seco y sobrio nos explica nuestra razón de ser y nuestro modo de actuar ante determinadas circunstancias.
Los cuentos todos ellos de una excelente manufactura nos acercan a ese poder expresivo que sólo los grandes como Rulfo son capaces de proyectar; no estamos ante la fiesta de triunfadores por el contrario nos encontramos con personajes vencidos por las circunstancias del destino aceptándolas sin fatalismos como el resultado de la misma vida en donde la muerte es uno más de los actos de la vida misma.
En los relatos nos encontramos el apego a la tierra pero también a sus raíces, a su lugar de orígen tan bueno o tan malo, pero es su tierra, el lugar de su nacimiento en donde están sus muertos y en donde en un momento ellos los acompañarán.
Por eso a pesar de las injusticias y frustraciones, muchos de los lectores podrán encontrar una impotencia al ver a los personajes que no hacen nada por forzar la realidad simplemente la viven con una lógica simple como una herencia indígena ante los conquistadores, eso es lo que proyectan las personalidades de Rulfo.
Marcelo Coddou dice al respecto:
Rulfo no es un antropólogo ni un filósofo; su tarea no es exagerar o demostrar una tesis, sino comunicar, vívidamente, una concepción global del mundo, una manera de vivirlo y de integrarse en él. Su construcción del cosmos, obediente a su visión, se realiza en imágenes y símbolos, a través de los cuales el lector experimenta una apreciación, diferente de la habitual, de las cosas y seres cotidianos. Los contenidos ideológicos constituyen, pues, una perfecta integración unitaria con las modalidades en que se plasman.
Sánchez, Luis Alberto. Juan rulfo, en Escritores representativos de América, 3ª serie, vol. V núm. 4 ed. Gredos, Madrid 1976 pag. 152-161
Una de las características principales de los relatos de Juan Rulfo en Llano en llamas son las conversaciones que se dan con respuestas tan concisas, otras acabadas en una pausa interrumpida por un largo silencio reflexivo, en ocasiones varias respuestas a una pregunta o cuando los personajes se hablan a sí mismos, transmitiendo en su obra literaria la oralidad como un vehículo de identidad casi familiar y colectivo en estas letras que seguirán vigentes por muchas generaciones.
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