Aquí y en todo nuestro país las elecciones locales son eso… locales; sin minimizar las influencias nacionales los factores de mayor peso son los locales. Es fundamental la figura de los aspirantes, que parezca que pueden ganar la elección; para ello requieren un posicionamiento fuerte que incluye altos niveles de conocimiento social y rasgos firmes de figura ganadora. Esas condiciones se obtienen con tiempo, trabajo y presencia; son resultado de una construcción de candidatura que sea admitida en el imaginario popular; quienes inician apenas o tienen una proyección marginal están destinados a ser relleno, comparsa o propuestas testimoniales.

Las tendencias electorales de los partidos cuentan pero no son definitivas, sus resultados dependen del ambiente social y de la figura de sus candidatos: una propuesta débil los reduce, mientras que una figura fuerte los levanta. Las posibilidades de mayoría pasan por el porcentaje de participación y el impacto en los votantes independientes o de línea abstencionista. El partido oficial, en tanto ejerce la gubernatura, es el que paga mayor costo político.

Ninguna figura nacional será decisiva en los resultados, puede ayudar a su causa pero siempre será moderadamente. Que no voten por quienes propongan líderes populares no implica que pierdan influencia para siempre, simplemente en coyunturas locales las motivaciones son inmediatas y básicas. Las simpatías no se trasladan infinitamente, para las elecciones locales opera el voto útil de manera sobresaliente. Es altamente probable que la elección del año próximo se polarice, restándole votos a candidatos chicos.

Con sabor jarocho, como expresión regional, ya se empiezan a ver los movimientos ínter partidarios entre el PRI y ciertas fuerzas políticas, por un lado, y el PAN con el PRD. Serán las opciones más claras y atractivas; las de la continuidad y la alternancia. Es ocioso descalificarlas, son recursos legítimos y perfectamente normales; tanto tienen derecho los tricolores a juntarse con quien le convenga como también los opositores. No hay coaliciones buenas y malas, ni de primera y de segunda. Es mas, el centralismo partidista debe pasar a un lejano lugar; la prioridad es el interés por el gobierno de nuestro estado.

Somos nosotros los que vivimos aquí, los que padecemos o nos beneficiamos del gobierno, los que seguiremos radicando en este territorio, los que tenemos la máxima responsabilidad con nuestros hijos y las siguientes generaciones. Por eso, somos nosotros los que debemos decidir las formas de la participación electoral y tomar en nuestras manos el rumbo de Veracruz. Formalidades aparte, en este relevo gubernamental las élites partidistas deben pasar a un segundo plano.

Para efectos representativos y de gobernabilidad democrática es deseable, táctico y estratégico, que las coaliciones vayan más allá de las siglas partidistas, abriéndose a la sociedad civil en sus figuras, grupos, personalidades y liderazgos. Es una prueba inicial de voluntad democrática. Hasta por anchar sus posibilidades electorales es prudente que los partidos abran las candidaturas a externos. Esas coaliciones deben ser influyentes y tratar de ser el reflejo de la pluralidad de la sociedad. Si los partidos siguen en el auto consumo, regodeándose en la clase política, alargarán su crisis, tendrán victorias pírricas y pospondrán los grandes cambios que urgen para Veracruz.

Siendo partidario de la alternancia para nuestro estado, que espero no sea traumática por las resistencias y vana por que resulte una especie de «gato pardismo», creo que se debe ser muy riguroso con los acuerdos de candidaturas, privilegiando el factor cualitativo, y con los contenidos programáticos. Los cambios no deben ser solamente de personas, colores y estilos; la alternancia valedera y trascendente es la que democratiza, la que regenera instituciones, abre las puertas a la sociedad y nos permite vivir en un estado de derecho. La alternancia tiene que ser de fondo, traernos seguridad, progreso y esperanza.

Ufa.1959@nullGmail.com

Recadito: Avanzamos en la promotora ciudadana de Xalapa; vamos muy bien.