Contaba mi madre la importancia que tenía en casa que un almanaque colgara en la cocina, que era donde comía con la abuela. Eran regalo de la tienda o de la carnicería, como agradecimiento a la fidelidad de los clientes durante el año. Ilustrados con cromos que, a veces, eran auténticas reproducciones artísticas.
Era un fiel testigo del transcurrir de los días y semanas. Pero para la abuela tenía otro propósito: era el indicador que las hijas ya estaban aprendiendo a leer. Sí. De pronto una de las tías o mi propia madre empezaban a deletrear el mes del año, el nombre del santo o el negocio que nos deseaba a la familia una feliz Navidad y un próspero año nuevo. Eran tiempos de poco acceso a libros, revistas o periódicos, cuando las letras poco entraban en el hogar.
Pareciera que hablo de la prehistoria, pero no. Aún en este siglo, en este momento, existen municipios carentes de bibliotecas públicas o librerías. Y el libro de texto gratuito es, a veces, el único que llega al seno de un hogar.
Por eso me da gusto el impulso que se acaba de dar al Programa Vasconcelos, cuyas aulas móviles llegan a localidades –desconocidas para nosotras– que requieren del apoyo educativo institucional y de conocer las ventajas tecnológicas que la modernidad nos brinda a quienes habitamos en centros urbanos.
Son 15 unidades en las que capacitadores solidarios recorrerán el estado. Este esfuerzo es coordinado por la Comisión Nacional de Fomento Educativo (Conafe), que durante seis décadas ha rendido más frutos de los que conocemos, porque las experiencias humanas son las que nos marcan la vida y eso no se cuantifica.
En este contexto, la presidenta de la Mesa Directiva de la LXIII Legislatura del Estado, Octavia Ortega Arteaga, sugirió a sus homólogos que conocen la geografía y necesidades en sus distritos, que “entre sus acciones de gestoría incluyan que las unidades Vasconcelos lleguen a las zonas indígenas o rurales, donde se dificulta el acceso a los medios de comunicación y la infraestructura educativa es menor. “Acercar la tecnología a niños y jóvenes, incluso hombres y mujeres del campo, permite llevar conocimientos que se pueden aplicar en distintas áreas”.
Y es que hay situaciones, beneficios y logros que para muchos pueden ser “naturales”, pero para otras personas son momentos únicos, al acceder a conocimientos. Por ejemplo, la energía eléctrica de la que gozamos en las ciudades. ¿Qué haría Usted si por una semana o un mes careciera de este insumo en su hogar?
No piense sólo en la recreación o en cuestiones de trabajo –para muchas personas la Internet es fundamental en sus labores profesionales–, sino en la preservación de la comida, en el aprovechar “la luz del día”, en las noches de calor o frío, sin calefacción o aire acondicionado. Muchas familias viven así, donde “lo normal” es lo natural.
Pero bueno, sólo ejemplifico porque a veces no encuentro las palabras adecuadas para celebrar las acciones positivas. La educación sigue siendo nuestra palanca de desarrollo. Un ser humano que aprende a leer y escribir es, siempre, una mejor persona.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente día y nos leemos en la próxima entrega.