La famosísima Sopa de Piedra a la que con tanta ansiedad le entró Andrés Manuel, yo me la sabía distinta. En uno de los incontables viajes que hicimos en familia cuando éramos niños, mi padre que a veces era un mar infinito de paciencia y otras no tanto, nos contó la historia de la Sopa de Piedra. La recuerdo vaga y difusa, pero en esencia un vagabundo llega hasta donde unos viajeros descansan; el vagabundo comenta a los viajeros que él sabe preparar la sopa más rica que hubieran probado en su vida y que lo único que necesitaba era una piedra, así que si le prestaban un caldero y la fogata que tenían encendida, él con gusto se las preparaba. Los viajeros aceptan y el vagabundo pone en un caldero suficiente agua, y sumerge una piedra lisa y bien lavada. El agua comienza a hervir y el vagabundo menea el agua, la huele y afirma que ahí va quedando, aunque si tuvieran una zanahoria seguro quedaría mucho mejor. Los viajeros, que presencian la escena con superlativa curiosidad, saltan y le dan varias zanahorias que son introducidas al caldero. ¡Uuhhmmm! Comenta el vagabundo… Creo que así está quedando mucho mejor, aunque si tuvieran una cebollita quedaría fenomenal. Se repite la escena y los viajeros proporcionan sus cebollas. Después de varias maniobras similares la sopa tiene zanahorias, cebollas, 4 muslos con pierna y 2 pechugas, cilantro, chilito verde, papa, tomate amortajado en salsa, tortillas al costado y ¿por qué no? 2 botellas de vino tinto para acompañar la sopa.

Al final, una vez que la sopa de piedra está lista, el vagabundo la dispone en cuencos por raciones iguales y los viajeros, que aún no salen del estupor, se congracian y se abrazan por la amabilidad del vagabundo que les enseñó a preparar algo tan económico y sabroso como la Sopa de Piedra.

Pero quitémosle la voz a mi padre que en aquél viaje nos mantuvo hipnotizados por varias horas, pues lo que yo aquí resumí fue tan solo una pequeña parte de un relato que comenzó a la altura de Acayucan y por Lerdo de Tejeda todavía no terminaba. Mejor volvamos a nuestros días, a este Veracruz tan congestionado y revuelto que mantiene un ambiente político inmejorable en el que es imposible aburrirse. Aquí, tal vez lo note, también estamos aprendiendo a hacer nuestra propia Sopa de Piedra.

No hay dinero suficiente, el circulante es escaso y la única forma de sobrevivir es con imaginación y astucia. El Gobierno le debe dinero a proveedores y contratistas (cada vez menos porque ya están pagando aunque siga habiendo quejas, pero lo cierto es que ya están pagando) y el gasto corriente es bastante alto. Mientras tanto, la ciudadanía necesita resultados. Los funcionarios de las finanzas, hábiles vagabundos, nos están haciendo la sopa de piedra, y nos suben del 2 al 3 por ciento el impuesto a la nómina; nos imponen una reforma al Reglamento de Tránsito en el que las multas se disparan hasta las nubes; y encima van a recortar aún más puestos en la administración pública y restringir los ya de por sí racionados elementos vitales en las oficinas como hojas, impresiones, llamadas telefónicas, viáticos y demás.

El Gobierno es así, en todos los niveles, ingeniosos y sorpresivos, pero en ésta como otras ocasiones –ya hasta perdí la cuenta- en Veracruz se vuelve a hablar de austeridad aunque de una forma un poco más vagarosa, y ahora, con la homologación (incremento) del 2% al 3% en el impuesto a la nómina no entiendo por qué había quienes ya pagaban antes ese porcentaje y no se habían manifestado nada contentos por tamaña injusticia. Es algo que van a hacer, no hay vuelta a atrás, pero podfavod, no nos salgan con la cursilería de que ahora sí todos se van a apretar el cinturón porque según entiendo tienen más de quince años apretándoselo que ya deberían venderle la patente a Ninel Conde para que produzca un nuevo tipo de corsé. ¿Qué otra nos queda? Aguantar que para algo somos machos, y poner cara de babosos y contentos curiosillos de lo sabrosa que le está quedando al gobierno esta maravillosa Sopa de Piedra, en la que, obviamente, todos los ingredientes los habremos puesto nosotros.

Tome nota: El orgullo de mi nepotismo vuelve a brillar en niveles insospechados. Priístas no sólo acomodaron a sus vástagos como legisladores, sino que ligaron para ellos Presidencias de Comisiones, como Emilio Gamboa que colocó al suyo al frente de la Comisión de Deportes.

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