Los días pasan y me sigue conmoviendo, me grita e interpela, la imagen de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años que se ahogó frente a las costas de Turquía. La foto es de Nilüfer Demir, fotoperiodista de una agencia turca. A las seis de la mañana, ella y su cámara captan esa escena dramática que me duele y cuestiona.
Él está boca abajo con su cara pegada a la arena. Los brazos a sus lados y el pelo empapado. Viste una camiseta roja, unos shorts azules y unos tenis. Las olas van y vienen. Es la imagen sólida y pura, desoladora, de la tragedia humana. De la humanidad que huye en busca de una vida mejor y no la alcanza. Antes, en el esfuerzo, cae en el camino.
La poderosa imagen -el niño, el mar y las olas- habla por sí sola. Todos los seres humanos, no importa su idioma, religión y cultura, puede entender lo que ella dice. No requiere traductores o intérpretes. No requiere ninguna palabra. Solo hay que ver, sentir y no permanecer ajeno a la imagen-grito de Aylan.
En el dolor de la tragedia llama a la construcción de un mundo más justo, más digno y fraterno, para todos. Cada quien desde su espacio debe poner su parte. Demir, la fotoperiodista, afirma que al ver el cuerpo de Aylan pensó: “lo único que podía hacer era tratar de que su grito, el de su cuerpo tirado en el suelo, fuera escuchado. Entonces pensé que solo podía lograrlo presionando el disparador de la cámara. En ese momento tomé la fotografía”.
Los padres y sus dos hijos pequeños huían de Kobane, Siria, destruida por la barbarie de los soldados del llamado Estado Islámico. Al naufragio, de una pequeña embarcación, solo sobrevivió el padre, Abdulá Kurdi. Regresó a su ciudad a enterrar a su esposa Rihan de 35 años, a su hijo Galib de cinco años y a Aylan de tres años. En el entierro viste camisa de cuadros y su rostro refleja una soledad que angustia y llama a la solidaridad.
En Kobane, 16 parientes de Kurdi han muerto en enfrentamientos con los soldados del Estado Islámico. Él por eso huía. Ahora, decidió volver a su pueblo, acogerse en la tierra que lo vio nacer, que también era la de su mujer y sus hijos. “Aquí, dice, pasaré el resto de mi vida”.
@RubenAguilar