Estoy adolorido. Me latiguea el cuello, no puedo voltear como la gente normal y camino por las calles emulando al Camellito antes que el tranvía le podara ambas piernas. No quisiera que me malinterprete, sé que este Estado tiene problemas mucho más severos que un mal transitorio generado por un incómodo dormir. Pero qué le hacemos si estamos todos hechos bolas. Ojalá todo terminara con un simple usted perdone, no fue mi intención ¡pero qué va! La cosa apunta a ponerse cada vez peor.

Me comentan mis secuaces que en los cafés la grilla política está en todo su esplendor pues desde el Cañagate (qué parca imaginación, todo es Gate, Toallagate, Cañagate, UVgate, Chihuahuegate… ¡por Dios! ¡Aplíquense!) la ola de murmuraciones y cuchicheos es imparable. Además, también está el caso de los candidatos que quieren ser independientes y que inmediatamente los critican por su falta de independencia. Gerardo Buganza ha sido severamente cuestionado por haber laborado hasta hace unos meses en el gobierno y por simplicidad es señalado como una opción más de Fidel Herrera y sus gnomitos que, como los del zapatero, le hacen el trabajo en la noche para que en la mañana todo esté dispuesto.

Elías Moreno Brizuela no sé de cuál fumó o si las altas concentraciones de smog de la Ciudad de México le trepanaron la cabeza, pues no veo en qué loco escenario pueda alcanzar siquiera un quinto lugar en la contienda electoral. Aun así él solito se encarta y dice que va por todo al generar un movimiento independiente veracruzano. Ja ja, allá él.

Con Renato Tronco es mejor no gastar papel, así como con el dueño de Jota Erre que son apasionados alienados de la felina política veracruzana.

Por su parte, los lobitos legislativos siguen generando su circunstancia que pareciera viene cazada con demasiadas y exuberantes coincidencias: que se polarice in extremis la relación de Héctor y Pepe con El Sistema (no con Duarte, sino con esa figura amorfa e intangible que todo lo cubre y al final es la que manda); que prospere la acción judicial que promueven contra el eterno rival, el señor oscuro, el Saurón Yunes Linares y sus ejércitos de orcos (así parecen verlos en el imaginario priísta); y que entre ellos haya cuando menos uno que pase el filtro de la lámpara de Diógenes.

Ante tan incómodo escenario político no queda más que la desolación si es que quisiéramos vivir atentos o preocupados por el inefable destino de Veracruz. Esos insondables políticos tal vez piensen que el pueblo está esperando su llegada, que cosen estandartes de dragones, águilas y leones, que rezan por su porvenir y su iluminado resplandor para que barran por siempre de la faz de esta tierra la mala energía de los últimos veinte años… pero lo cierto es que la gente reza por la lluvia y luego porque deje de llover, por la salud, la seguridad y por una primavera que nunca termine; no les interesan qué juegos hacen los grandes señores.

Por eso es que si dormí mal y amanecí torcido, no será más torcido mi cuello que torcidos los caminos de muchos malos funcionarios. Y si a esos personajes, locales, estatales o nacionales, no les pasa nada y el viento del Este no los barre por completo, si ellos permanecen inmutables en sus puestos o brincan a unos aún mejores, entonces qué más da que mi preocupación del día sea trivial, pues cuando menos la mía podría tener significado y, lo mejor de todo, la mía es transitoria, no como la enfermedad y el virus africano que es nuestra clase política que, al parecer, además es omnipotente y eterna.

Tome nota: Después de todo no les fue tan mal a los diputados federales de Veracruz. Alcanzaron dos presidencias de comisiones legislativas y los demás quedaron repartidos como Secretarios de Comisión. De lo perdido a lo encontrado.

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