Había pensado comentarles sobre la inseguridad que diariamente padecemos, referirme al crecimiento desbordado de la violencia y la pobreza, y, en consecuencia, del descrédito de nuestras instituciones. Pero creo que ya lo sabemos y estamos hartos, encanijados y nos inquietan las preguntamos: ¿seguirá creciendo la hidra de la descomposición?, ¿o el Leviatán?, ¿hasta cuándo?

Lejos de ponernos sabihondos –quizás sea mejor actuar, con prudencia claro-, escribió Max Aub que “el hombre de nuestro tiempo sólo considera fracasos. El último gran mito cae ya, no de viejo, sino por potente. La grandeza humana sólo se mide por lo que pudo ser. No vamos a ninguna parte, el gran ideal es, ahora, la mediocridad (…), no nos atrevemos a gritar en el enorme proceso de nuestro tiempo. Aceptamos lo que nos imponen con voluntad deliberada, no discrepamos, todos conformes”. La interrogante “¿hasta cuándo?” nos debe aguijonear a contestarla nosotros mismos. ¿O no?

Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2015 (ENVIPE), del INEGI, durante 2014 hubo 22.8 millones de víctimas de 18 años y más, lo cual representa una tasa de 28,200 víctimas por cada cien mil habitantes durante este año, cifra estadísticamente equivalente a la estimada para 2013.

Del total de los delitos ocurridos durante 2014. la extorsión sigue siendo el segundo delito más frecuente representando 23.6%. El nivel de delitos no denunciados o que no derivaron en averiguación previa fue de 92.8% a nivel nacional durante 2014 mientras que en 2013 fue de 93.8 por ciento.

De acuerdo con la ENVIPE, los principales motivos que llevan a la población víctima de un delito a no denunciar son circunstancias atribuibles a la autoridad, como considerar la denuncia como una pérdida de tiempo con 32.2% y la desconfianza en la autoridad con 16.8 por ciento. La percepción de inseguridad en las entidades federativas al momento del levantamiento de la encuesta (marzo-abril 2015), llegó a 73.2% de la población de 18 años y más, manteniéndose en niveles similares que en 2014. Ustedes dirán.

Los días y los temas

¿Ya leyeron “Elogio al ronquido”, de Magno Garcimarrero? Se los recomiendo. Por no ahondar en el asunto, sólo les paso el dato. El 40 por ciento de la población mexicana tiene mala calidad del sueño y cinco de cada 100 pacientes adultos registran trastornos respiratorios (ronquidos o apneas) que les impiden dormir adecuadamente”, según Ulises Jiménez Correa, de la UNAM. (La Jornada/12-07-15).

Max Aub, en Crímenes ejemplares, escribió: “Roncaba. Al que ronca, si es de la familia, se le perdona. Pero el roncador aquel ni siquiera sabía yo la cara que tenía. Su ronquido atravesaba las paredes. Me quejé al casero. Se rió. Fui a ver al autor de tan descomunales ruidos. Casi me echó.

-Yo no tengo la culpa. Yo no ronco. Y si ronco, ¡qué le vamos a hacer!, tengo derecho. Cómprese algodón hidrófilo…

Ya no podía dormir: si roncaba, por el ruido; si no, esperándolo. Pegando golpes en la pared callaba un momento… pero en seguida volví a empezar. No tienen ustedes idea de lo que es ser centinela de un ruido. Una catarata. Un volumen tremendo de aire, una fiera acorralada, el estertor de cien moribundos, me rasgaba las entrañas emponzoñándome el oído, y no podía dormir. Y no me daba la gana de cambiar de casa. ¿Dónde iba yo a pagar tan poco? El tiro se lo pegué con la escopeta de mi sobrino”.