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Estoy cansada de hablar sobre corrupción en el país, de la clase política que actúa sólo en su beneficio y olvida a la sociedad, estoy harta de escribir sobre la pobreza, la falta de empleos o de una vida digna para la mayoría. Todo lo anterior y otros temas ya conocidos por todos han sido el centro de mi columna, y seguramente seguirán siéndolo porque tampoco puedo quedarme callada, pero en esta ocasión me doy cuenta que hablar de lo que todos saben pero pretenden ignorar siempre resulta más sencillo y hoy he elegido algo diferente.
Creo que todos estamos cansados del sin rumbo de la nación, de que todos los medios parezcan repetitivos con las noticias o hasta amarillistas pero la verdad es que no podemos dejar de lado las múltiples carencias en nuestra sociedad, sin embargo considero que tampoco está bien fingir que no pasa nada y hablar de todo como en un mundo color de rosa.
Querido lector si estás leyendo esto espero no decepcionarte al no hacer una denuncia directa de lo que ocurre a nuestro alrededor, pero el día de hoy quiero recordar algo que muchos hemos olvidado; los principios morales que al perderse nos llevaron a una masa oscura y putrefacta como recién dijo Toledo. Antes de escribir esto releía Ética para Amador, un libro hecho con amor de un padre para su hijo adolescente en el cual, intentaba explicarle la importancia de ciertos saberes para vivir, de la diferencia entre el bien y el mal pero sobre todo de la libertad, de las elecciones que se hacen día con día y que cuando se hacen bien pensadas no son egoístas, porque se hacen considerando también a los demás.
Lo que quiero recordar el día de hoy es precisamente el bien preciado de la libertad, creo que resulta sencillo acusar a los gobiernos de su represión, de la falta de compromiso. Y es aún más fácil hablar de lo pésima que es la educación en el país y todo por culpa de los maestros, pero ¿Dónde están los padres?, recuerdo claramente que una vez llegué de la escuela quejándome de la ineptitud de un profesor y mi madre sabiamente me hizo ver que el profesor no era el único equivocado, pues la educación es un esfuerzo colectivo y desde entonces nunca más esperé recibirlo todo de la persona que estaba frente al salón de clases.
No importa cuán manipulados nos sintamos siempre podemos elegir, no sobre todo pero sí sobre cómo respondemos a lo que nos pasa. Hemos dejado a un lado que somos seres humanos y que si bien nos encontramos bajo ciertas condiciones ya sea por cultura, por tradición u educación muchas de ellas que nos resultan incómodas pueden ser modificadas por nosotros mismos. No vayamos tan lejos, empecemos en lo básico. Hay múltiples acciones que realizamos de manera automática que no pensamos y que en momentos pueden resultar hasta egoístas. Si actuáramos éticamente reflexionaríamos un poco antes de obrar y nos preguntaríamos antes el por qué y para qué de cada cosa. Algo tan simple como tirar basura en la calle, sonar el claxon o insultar a alguien no ocurriría si se hiciera previamente tal meditación.
Octavio Paz decía: “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos a pronunciar dos monosílabos: sí o no”. Creo que todos tenemos mayor conciencia de lo que limita nuestra libertad que de la libertad misma, y esto como bien señala Savater podría parecer una queja pero es más bien una muestra de la comodidad que implica no ser libres, porque así evadimos también esa responsabilidad con el otro a la hora de decidir.
Con lo anterior no estoy tratando de ignorar la realidad de Nuestro país, sino de reconocer que es tan latente que hiere y si bien todos quisiéramos olvidarla y huir, lo que pretendo es sembrar en ti que estás leyendo esto una semillita de cambio que al germinar espero propagues en otro.
Deseo que en vez de quejarte de contenidos inútiles en la televisión busques nuevas opciones de información, que cuando critiques las telenovelas no olvides las veces que tú mismo te quedas frente a ellas, que no taches a México de corrupto si eres de los que al menos una vez has dado mordida o hables de los maestros holgazanes si nunca te preocupas por ayudar al aprendizaje de los tuyos, que cada que salgas a la calle seas consciente de lo que haces, y si tienes hijos que inculques en ellos el concepto del bien y el mal pero no de una forma egoísta sino pensando en una colectividad, en lo mejor para todos como sociedad.