Una de las cosas que recuerdo cuando cumplí dieciocho años, era mi urgencia por sacar la credencial de elector. Contrario a muchos por comprobar la mayoría de edad para ingresar a la vida nocturna en las discoteques, mi caso fue distinto.

Aunque usted no me lo crea, quería ir a votar, ir a la casilla electoral y tachar un candidato; no era asunto de política, ni de partidos, más bien de curiosidad y ganas de que quedara la persona que tenía mi simpatía.

De más pequeña acompañaba a mi mamá y abuelos a emitir su voto. No recuerdo en esos años a mujeres que se postularan, pues se consideraba a la política cosa de hombres.

Actualmente, las cosas han cambiado; incluso, el pasado 17 de octubre, el presidente Enrique Peña tuiteó en su cuenta: “Hace 62 años nuestra Constitución reconoció los derechos políticos de las mujeres. Hoy impulsamos su participación en todos los ámbitos”.

Posteriormente volvió a tuitear: “Reitero mi compromiso con la igualdad entre mujeres y hombres en la vida política, económica y social del país”.

Parece increíble que a pesar de tanto tiempo que se agregó el derecho de las mujeres al voto y a ser electas (conste que no digo que votadas para evitar chistes machistas), actualmente no exista una estructura de poder femenina representativa en México.

Remontándonos un poco en la historia, fue en Yucatán en 1922 cuando Felipe Carrillo Puerto reconoce el voto de las mujeres a participar en elecciones municipales y estatales; años después se aprobaría en los estados de San Luis Potosí, Tabasco, Chiapas y Puebla.

En 1937, Lázaro Cárdenas envía una iniciativa al artículo 34 Constitucional para reconocer el sufragio femenino; sin embargo, la Cámara de Diputados la congeló (¡qué raro!) y fue hasta 1946 cuando Miguel Alemán vuelve a enviar la iniciativa y ahora sí, la Cámara de Diputados la aprueba; mas fue hasta el 17 de octubre de 1953 cuando en la Gaceta Oficial de la Federación, queda asentado el Decreto que da el reconocimiento al voto de la mujer.

En 1993 se hace un llamado a los partidos para impulsar la participación femenina; pero ante el desgano partidista se hace obligatoria la cuota de género pero en un 30/70.

Fue hasta 2007 que se trata de crear mayor igualdad y se considera el 40/60; sin embargo se empieza a dar el fenómeno de las Juanitas, las mujeres electas que renunciaban al cargo, para dar paso al varón que estaba de suplente.

Con tal antecedente y en el marco del 60 Aniversario del sufragio de las mujeres en México, Enrique Peña Nieto vuelve a enviar una iniciativa para incorporar la paridad en representación política, situación que es considerada como el eje rector de la Reforma Político Electoral en 2014.

Y entonces, ahora sí, por primera vez en México, el Congreso Federal está integrado por 213 mujeres (42.5 por ciento), 117 designadas por voto directo de los ciudadanos y 96 por el principio de representación proporcional.

Ahora, mi pregunta es: ¿debo estar contenta por el número de mujeres que nos representan en México?

Por principio podría decir que sí, pues se supone que esas mujeres harán propuestas e iniciativas que beneficien a su mismo género, tomando en cuenta desde luego a los hombres, cosa que hasta el momento no veo, pero demos el beneficio de la duda, pues apenas se van asentando en el Congreso.

Espero que las feministas no me odien, ni los machistas me aplaudan, pero desde mi punto de vista, el poner mujeres en puestos políticos solo por cuestión de equidad no es garantía de que la paridad se cumpla; es más, está comprobado que los hombres de la política colocan a sus hijas, nueras, esposas, sobrinas y no quiero pecar de malpensada, pero hasta las amantes se incluyen en las listas, a manera de tener injerencia o mantener el poder a través de las féminas.

Una realidad es que a pesar de tener más de 60 años con el voto femenino, de la reciente inclusión de la paridad, en México aún no existe la igualdad entre mujeres y hombres en la vida política, económica y social del país. Para eso es necesario que las mujeres y hombres se pongan las pilas, luchen por crear una verdadera conciencia y sobre todo no vean el género de cada uno, sino las capacidades y deseos de transformación.

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