He comentado en este espacio que la educación, valores, formación y respeto a las demás personas que inculcamos a los menores inicia en el hogar. Porque al salir del ámbito seguro, nuestras hijas e hijos están expuestos a cualquier influencia que puede modificar su carácter.
La escuela, el grupo de amigos cercanos a casa, sus círculos sociales, deportivos o culturales; todo contacto con personas ajenas al núcleo familiar influye, y a veces puede determinar su conducta. Qué decir del uso y abuso de las nuevas tecnologías, a las que muchos adultos se niegan o se aproximan con demasiada cautela. Contrario a la actitud que asumen los niños y jóvenes. Vamos, hasta decimos que ya traen un “chip” encriptado para estas cosas.
No se cuestiona el objeto, sino su uso. Así como el arco y la flecha permitieron cazar sin aproximarse tanto a la presa y resguardar la integridad del cazador, también se utilizaron para matar y asesinar a distancia, en forma silenciosa. La Internet permite aproximarse a la información y el conocimiento, pero su utilización en forma irresponsable conlleva riesgos, en especial para las y los menores.
De ahí que resulta interesante la propuesta de la diputada secretaria de la Comisión Permanente de Educación y Cultura del Congreso Local, Minerva Salcedo Baca, para regular el servicio de los negocios de renta de computadoras con servicio de Internet: los cibercafés.
En entrevista publicada dijo que los padres de familia son responsables de vigilar el uso que hacen los menores de la Internet y les pidió coadyuvar con los programas preventivos a cargo de las instancias gubernamentales de Seguridad Pública, Educación y Salud. También habló de su preocupación por contenidos “de moda”, como los retos entre jóvenes para consumir droga.
“Considero fundamental que existan reglas para que en estos lugares, niños y jóvenes no tengan acceso a contenidos inapropiados, pues muchas veces, lejos de hacer sus tareas o trabajos de investigación, ven y suben contenidos a la red sin la supervisión de un adulto”.
No se trata de espantarnos, sino de tomar las precauciones necesarias para evitar desgracias que lamentar en el futuro. Es posible que el comportamiento de nuestros hijos e hijas sea uno en el hogar y otro, fuera de él. Es normal, si consideramos que no podemos actuar siempre igual en los diferentes ámbitos sociales de nuestras vidas.
Pero no olvidemos que están en formación y apenas enfrentan sus procesos de definiciones. Viven mediante el ensayo y error, y sus experiencias pueden ser similares a las nuestras, pero no son de ellos y las debemos de respetar.
Respetar no es sinónimo de temer a nuestras hijas e hijos. Tenemos el derecho y la obligación de saber qué hacen, con quién o quiénes se reúnen, a dónde van, y en la medida de los posible, ir a buscarlos al término de sus reuniones sociales.
Debemos ser sus “contactos” en las redes sociales, para saber –no para entrometernos– quiénes son sus “amigos virtuales”, qué comparten, qué dicen, etcétera. No olvidemos que la siembra de hoy será la cosecha de mañana.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente día y nos leemos en la próxima entrega.