Biblia de América

PPC Editorial

Madrid, 2013

Es el quinto y último libro de la Torá (La ley) de los judíos y el Pentateuco de los cristianos. El título judío es ellah had devarim (”éstas son las palabras”). En griego Deuteronomio significa la “segunda ley”. Se narran hechos que ocurrieron entre el 1440 al 1400 a.C., pero se concentra en las semanas finales a la muerte de Moisés y la sucesión de liderazgo del pueblo a manos de Josué.

Como todos los libros del Pentateuco la composición del Deuteronomio pasó por distintas etapas y también manos. Se basa en una tradición oral de carácter milenario. La redacción primitiva puede situarse en el siglo VIII a.C., en los ambientes levíticos del reino del Norte. En 721 a.C., después de la destrucción de Samaría, capital del reino, por las tropas asirias del rey Sargón II, grupos de israelitas huyen de la región y se refugian en Judá. El libro, entonces, queda depositado en los archivos del Templo de Jerusalén.

Génesis
En el año 622 a.C., el rey Josías mandó reparar el Templo y ahí se encuentra con este libro que tuvo una gran difusión en su reinado. Fue una pieza calve en su proyecto de reforma religiosa. A partir de ese momento, el texto se convierte en elemento central para interpretar la historia de Israel. A través de los siglos, la primera versión del libro fue enriquecida con nuevos aportes. La actual redacción es del siglo IV a.C.

El libro tiene como actores y público a la segunda generación del pueblo de Israel, la nacida después el Éxodo, que está destinada a ocupar la tierra prometida bajo el liderazgo de Josué, cuarenta años después de haber dejado Egipto y ambular por el desierto. El centro de la acción es que Moisés entrega a esa nueva generación, poco antes de cruzar el Jordán, un segunda Ley que es la misma que Dios la entrega en el Monte Sinaí, pero ahora enriquecida con nuevos preceptos y reglamentos.

El Deuteronomio se estructura a partir de tres grandes sermones que Moisés dirige al pueblo: El primero (1:1–4:43) es una revisión del pasado de Israel e insta al pueblo a ser fiel al Señor y a evitar la idolatría. El segundo (4:44–26:19) es la exigencia de la aplicación de la ley y los reglamentos religiosos y civiles; exhorta al pueblo a la santidad. El tercero (27:1–31:30) habla del futuro promisorio, pero también de las amenazas que se ciernen sobre el pueblo. Le pide que reciba las bendiciones de la obediencia y evite las maldiciones de la desobediencia. Después de los sermones hay tres relatos de Moisés: Él celebra que Israel es fiel al pacto establecido con Dios (32:1-43); Él, como líder, que pronto partirá, bendice al pueblo (32:44–33:29); La muerte y sepultura de Moisés (34:1–12).

La investigación histórica sostiene que la ocupación de la “tierra prometida” se dio en un largo proceso y oleadas distintas. En ciertos casos algunas de las tribus de Israel se hicieron de un territorio de manera pacífica, pero en otros casos sí hubo combates. En todo caso los hechos no sucedieron como se narran en el Deuteronomio que como todos los libros que integran la Torá o el Pentateuco son elaboraciones teológicas, a partir de ciertos datos históricos.

El Dios de la teología del Pentateuco, queda muy claro en el Deuteronomio, es un Dios violento que castiga y se venga cuando su pueblo no cumple con el pacto acordado. Es también un Dios guerrero que pelea junto a su pueblo y en ocasiones por su pueblo, para que éste vea la dimensión de su compromiso en la alianza que ha establecido con él. El pueblo puede fallar, pero Dios, que es santo, nunca.

El lenguaje que se utiliza es el propio de los sacerdotes. El estilo es directo y quiere hablar al corazón y despertar en los creyentes la emoción. La repetición intencional de ciertas palabras se propone persuadir. Otra característica es el paso frecuente del “tú” al “ustedes”. Lo que se quiere es interpelar a los oyentes. El “tú”, en este caso, apunta menos a los individuos en lo particular que a la conciencia de que son parte de una comunidad, en la que cada uno está representado y tiene responsabilidades.

@RubenAguilar