La historia de “El patito feo” es conocida por buena parte del mundo occidental. Bajo la autoría de Hans Christian Andersen, supimos del patito diferente en color al resto de sus hermanos. La discriminación, burlas y hostigamiento que recibió de ellos y otros animales de la granja motivó que se exiliara de su hogar para refugiarse en el bosque, cerca de un lago.
Al paso del tiempo se dio cuenta que él no era un pato de granja, sino un cisne. Tomó conciencia al ver a sus iguales, que lo llamaron para unirse a ellos a nadar y gozar de las aguas del lago. Este cuento se publicó el 11 de noviembre de 1843, lo que significa que en breve cumplirá 172 años de difundir la historia.
A casi dos siglos, parece que nada ha cambiado en nuestra sociedad, porque la discriminación por miedo a “lo diferente” es tan fuerte, que no hemos podido erradicarla. Por qué afecta nuestra vida la existencia de personas que no son “como nosotras”. Y sólo me refiero a lo físico (como en el cuento), porque si consideramos religión, orientación y preferencia sexual, grupo étnico, etcétera, cuestionaríamos severamente nuestra “civilización”.
Todo este asunto viene a colación por el llamado que hace a los tres ámbitos de Gobierno y a la iniciativa privada la presidenta de la Comisión Especial para la Inclusión de Personas con Discapacidad del Congreso del Estado, María Belén Fernández del Puerto, para que ofrezcan mayores oportunidades laborales a este sector de la sociedad.
Es un rubro pendiente como sociedad y gobierno. No hemos podido concretar lo postulado en el primer artículo de nuestra Constitución General ni hemos sabido cómo tratar “igual” a los “desiguales», porque aún nos falta camino para que esta nación sea lo que anhelamos.
La falta de respeto hacia nuestros conciudadanos que tienen alguna discapacidad motora es una vergüenza que cargamos. Basta ver y caminar por nuestras calles, observar el servicio público de transporte, las oficinas de todo tipo… En resumen, la arquitectura de nuestras ciudades, para darnos cuenta de que poco o nasa pensamos en ellos.
Si esto pasa en «el universo que nos construimos», ¿qué no pasa en nuestras cotidianidades? Porque el trabajo, la actividad productiva es la realización que tenemos como especie, amén del arte y la cultura; aspectos que en buena medida les hemos negado a estas personas.
No olvidemos que son casi 800 mil veracruzanos quienes sufren algún tipo de discapacidad. Y no esperemos tomar conciencia hasta que tengamos a una persona cercana a nuestros afectos, para entender el rechazo y discriminación que sufren.
Es cierto que contamos desde hace cinco años con la Ley número 822 Para la Integración de las Personas con Discapacidad, pero las leyes, por buenas que sean, no resuelven nuestros problemas. Hay que concientizarnos para entender, comprender y aceptar a quienes no son iguales a la población mayoritaria.
Bien dice la diputada María Belén Fernández: «Todos los días debemos realizar un esfuerzo mayor, porque es un tema en el que nos falta mucho por hacer como sociedad, en el sentido de crear conciencia de la importancia de respetar a las personas con discapacidad y darles oportunidades en la vida diaria”.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente día y nos leemos en la próxima