«La tapa del ataúd se cerró. Más de un centenar de miradas se clavaba en el féretro y llevaba a la memoria la última imagen del General de división Miguel Angel Godínez Bravo. Entonces, Miriam Sotres, esposa de Godínez, subió hasta donde se encontraba la caja. Golpeó en ella con fuerza y, a toda voz, dio parte: «¡Mi general… sin novedad. Aquí estamos todos: tu familia, tus amigos, tus compañeros… «. Las lágrimas bañaban aquella imponente despedida a quien fue Jefe del Estado Mayor presidencial con José López Portillo y comandante de la VII Región Militar, con base en Tuxtla Gutiérrez, cuando el levantamiento del EZLN en 1994. Lo comenta Martha Anaya en «24 Horas».