Seguimos con este tema porque da para mucho más. Estamos de acuerdo en que es un tema candente, caliente, ¡muy caliente!, que provoca escozor, que incomoda, es como la clásica papa caliente de la cual todos se quieren deshacer, pero lo que menos conviene es su evasión, hay que entrarle, hay que discutir su pertinencia, hay que debatir los pros y contras, hay que abordar el tema con un sentido constructivo, propositivo, inclusive desde el punto de vista científico. No le veo implicaciones éticas ni morales (no es antiético ni constituye un pecado fumarla), y sí creo que es una de las grandes temáticas que las sociedades actuales a nivel mundial se deben plantear, replantear y revisar su posible permisividad en sectores de población –lo que es importante recalcar-, con sus amarres legales y muchas restricciones.
En mi anterior entrega yo externé que si por mi fuera yo mantendría intocado el estatus actual de la marihuana, es decir, su calidad de estupefaciente tal como está definido en el capítulo V de la Ley General de Salud federal, y es que lo primero que nos debe quedar claro es que la cannabis no es una planta vegetal de propiedades inocuas, por el contrario, es un psicotrópico (psicoactivo) que produce alteraciones o intoxicación en el organismo humano tales como desorientación, despersonalización, paranoia y alucinaciones, por lo que no hay que confundirse, no estoy haciendo una apología de la marihuana, ni estoy recomendando su consumo ni su despenalización “a la de cajón”, hay que debatir y discutir antes su pertinencia.
Con el tema de la marihuana sucede como con el tema del aborto. No se trata de estar a favor de él, pero es una práctica médica cuyas posibles implicaciones caen necesariamente en el terreno de la salud pública, que en los hechos se da, nos guste o no, de manera clandestina y bajo las peores condiciones higiénicas que ponen en peligro la vida de quien se ve en la necesidad de recurrir a él. Luego entonces, su penalización y persecución como un delito creo que no es lo más conveniente, sin contar que por ser un tema cuyas implicaciones atañen casi exclusivamente a la mujer, debería ser una potestad (derecho) exclusiva de las propias mujeres y punto. Confieso que yo no me siento ni capaz ni con ningún derecho para decidir sobre el cuerpo de una mujer.
Pero ese es otro tema con el que se podrá estar o no de acuerdo, luego lo debatiremos. En el caso de la marihuana, su consumo está permitido, cualquier persona puede –y el derecho- tener en su poder hasta 5 gramos del estupefaciente (dicen los que saben que está cantidad alcanza para “forjar” más o menos dos cigarrillos o “churros”) que se puede meter perfecta y legalmente de manera cotidiana, el problema es quién la siembra de manera lícita, la cultiva, la vende y la surte, actividades que no están permitidas legalmente, inclusive son perseguidas por se constitutivas de un delito.
Finalmente, la resolución de la Corte, como seguramente ya lo habrán leído, al conceder el amparo al grupo de personas (Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante) que solicitaron se les permitiera el cultivo de marihuana para autoconsumo, es un procedimiento judicial que protege sus derechos fundamentales y sólo beneficia a las personas que lo promovieron. Es decir, como lo leí por ahí –me parece que en El País-, la resolución de la SCJN “es un pequeño paso para el consumo, (y) un gran paso para la libertad”, lo que es cierto, pero no hay que cantar victoria, así como está –la resolución-, contiene más restricciones y candados, las prohibiciones permanecen y para que el estado de cosas actual cambie, se necesitan una nueva legislación y cambios de fondo al marco legal actual.
El tabaco, el alcohol y la marihuana son productos perfectamente equiparables por sus efectos nocivos en la salud pública. Los dos primeros son legales, y el tercero, su consumo lúdico y recreativo y toda la cadena de producción, distribución y venta están perseguidos penalmente, por lo tanto me parece que es necesario cambiar el paradigma que lo estigmatiza. Creo que lo más conveniente es que opinemos, debatamos y nos manifestemos como sociedad sobre el tema. Sin embargo creo, como ya lo manifesté en la anterior entrega, su consumo es un derecho en el que los que pudieran estar en contra no tienen ningún derecho a decidir por los que están a su favor, así fueran estos una minoría.