Cuando terminé mi carrera, mi sueño era trabajar en un banco. No quería ser gerente, sino cajera. Tal vez el uniforme que llevaban o la agilidad en el manejo del dinero era lo que me atraía a dicho empleo.

Aún recuerdo que en esos ayeres, un requisito era la prueba de gravidez, pues para ser contratada no tenías que estar embarazada. Ese sueño no se cumplió, no porque estuviera embarazada, sino porque tuve otra oportunidad de trabajo.

Desde luego que los bancos no eran los únicos con dichos requisitos; algunas empresas del sector privado lo hacían, incluso si se salía con un “domingo 7” también era motivo de cese o en casos más extremos, hasta el contraer matrimonio… querían puras solteras.

Ante estas medidas y en vista de que en México tres de cada 10 trabajadoras habían sido víctimas de violencia laboral, los diputados aprobaron en marzo del año pasado un dictamen especificando que se violaría sus derechos al exigir certificados médicos de no embarazo para ingreso o ascensos, al despedir a una empleada en estado de gestación o por cambio de estado civil. (Boletín N°. 3191)

Reformando así el artículo 11 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, avalada con la unanimidad de 393 votos, “también será violencia laboral el despedir a una trabajadora o coaccionarla directa o indirectamente para que renuncie por estar embarazada, por cambio de estado civil o por tener el cuidado de hijos menores”.

El dictamen que fue remitido al Senado de la República para su aprobación señaló que “la violencia en razón de género es una de las principales barreras que las mujeres encuentran para incorporarse al ámbito laboral público o privado, pues enfrentan diversas situaciones como la doble jornada con discriminación salarial, acoso laboral o la exigencia de requisitos sobre el estado civil y la maternidad”.

Pero ¿a quién rayos le importan mis sueños laborales? ¿Y por qué habló de la prueba de embarazo?

Simple, porque hace unos días, el dirigente del Tricolor, Alberto Silva Ramos, mencionó que para ser candidatas a un puesto de elección popular era necesaria dicha prueba.

Desde luego que se debió haber equivocado, pues realmente se me hace absurdo dicho comentario cuando es del dominio público que esas medidas fueron eliminadas hace un año.

El asunto se politizó tanto, que hasta los varones le entraron a la controversia, pero no defendiendo a la mujer, sino linchando al dirigente.

Y es que al parecer, estamos más preocupados por lo que dice el político que por lo que sucede en realidad. Seguimos sin darnos cuenta que lo dicho sobre “la prueba de embarazo” no representa nada comparado con la desigualdad laboral en la que se desempeñan las mujeres. Y no pretendo ser feminista, pero el salario de un hombre sigue siendo mayor al de una mujer que desarrollan las mismas actividades en la misma jornada.

Ahora que si vemos más a fondo, nadie habla del hostigamiento en el aspecto laboral; por mencionar un ejemplo: recuerdo a un jefe que le molestaba que sus empleadas fueran constantemente al baño pues él no iba nunca en horario de trabajo. Jamás relacionó el tamaño de las vejigas de ambos géneros.

Y qué me dice del abuso sexual no denunciado por miedo a perder el empleo. Pero eso sí, ¡nos espantamos porque alguien citó la prueba de embarazo! o peor aún, hasta se han olvidado de la alerta de género para Veracruz por el número de mujeres asesinadas. ¡Esos sí son temas que merecen la atención y no un ojo morado al que le achacan mil causas!

Seguimos teniendo tanta diferencia de género que si un hombre sale con un ojo morado se le atribuyen juicios, chistes y memes, mientras que si fuese una mujer, diríamos “sufre violencia intrafamiliar”.