La principal novedad de la elección local del año próximo es la cercana posibilidad de que participe una coalición opositora que, de inicio, es una amenaza real a la hegemonía tricolor. Sobre esa coalición se ha despertado un vivo debate -en niveles de alegatos, satisfacciones y despechos- que indica su fortaleza y alcances. Se dice que a los amigos no hay que darles explicaciones, porque no las necesitan, y que, a los enemigos, tampoco, porque no te creen; aunque este caso es político y sin enemigos -no es guerra-, tan solo competencia entre adversarios, sus características tan singulares le plantean la ineludible necesidad de dar explicaciones, exponer razones, argumentar y convencer; esa será una cualidad a desarrollar por la coalición llamada opositora que, prefiero, se denomine: «Por la alternancia para la transición democrática en Veracruz». Por mi lado, aprovecho este generoso espacio para comentar algunas razones que sustentan mi actitud pro aliancista.
Las objeciones oficialistas son muy endebles, poco articuladas y meramente propagandistas. Van del rechazo emocional, «porque si», al intento de esbozar alguna postura política, del tipo de que la coalición opositora busca «el poder por el poder»; no falta la invocación de rigor a que se juntan el agua y el aceite. Atrás de esas expresiones hay un evidente temor y respeto por la fuerza acumulada que deberán enfrentar. Descalifican, no explican ni dan respuesta coherente. La actitud oficialista, de propios y extraños, es antidemocrática, niega un derecho y acude a señalamientos ofensivos. Hay otras voces, de buena y mala fe, que también objetan la alianza electoral del PAN y el PRD; son los que, desde adentro de ambos partidos, en posición minoritaria aducen razones de principios y hasta de corte ideológico; en estos casos, los dirigentes partidarios deberán hacer una seria y profunda labor de convencimiento, no imponiendo, sino argumentando y marcando una ruta clara de adhesiones a un proyecto superior a cada fuerza política. Desde otras fuerzas políticas y desde la opinión pública seguramente también habrá cuestionamientos; los disidentes de ahora igual serán necesarios para los consensos de un gobierno de transición democrática; más vale acreditar una actitud de diálogo y tolerancia.
No se debe ni se puede eludir el debate sobre la pertinencia de la coalición opositora, distinguiendo con madurez los ataques y la previsible guerra sucia; hay que hacer un esfuerzo por atender las criticas, llevándolas a un terreno concreto, donde haya datos, rostros y argumentos. Hasta ahora los incipientes cuestionamientos tienen un nivel tal de abstracción que hacen muy difícil fijar posturas y armar una interlocución que sirva para la claridad de posiciones. Hay tiempo para eso. Se presenten o no argumentos reales del nebuloso bloque objetor de la coalición esta si debe explayarse en todo tipo de explicaciones que justifiquen y den sentido a esa iniciativa aliancista. Aunque no se puede eludir, igual hay que hacer un esfuerzo en sentido prepositivo para marcar una línea clara de alternativa, no conformándose con la explicación de los males de Veracruz, o el señalamiento de los vicios del gobierno.
Nuestro momento político es el de los hubieras: si hubiera democracia cada partido iría por su lado; si hubiera fuerzas políticas escrupulosamente democráticas cada una seria referente particular; si la política partidista se moviera por ideología seria casi criminal juntar siglas tan diferentes en la forma; si hubiera elecciones libres, cada partido jugaría con lo suyo y obtendría lo que mereciera. Pero la realidad es muy distinta a esos hubieras. Prácticamente es una condición impuesta la de armar una coalición opositora si realmente se quiere llegar al gobierno y obtener la mayoría legislativa. La coalición es resultado de una realidad autoritaria y antidemocrática, no ocurrencia de líderes y personajes. No hacerla sería una especie de suicidio electoral. Guardando las proporciones estamos como en los tiempos de la dictadura de Pinochet en Chile, cuando se unieron fuerzas del más variado signo, esas si siglas de referente ideológico, para encarar electoralmente a la dictadura militar.
No vale la pena detenerse mucho, más allá del esbozo de una sonrisa, ante quien diga que se están juntando el agua y el aceite, eso es muy relativo, no se puede equiparar, en realidad no somos tan diferentes si atendemos la situación local. El acento de hoy es lo local, lo que se disputa es el gobierno del estado, esa debe ser nuestra máxima prioridad. No entramos en temas nacionales, no incidimos en la constitución general, ni en la política económica, los programas sociales y las relaciones internacionales. Esta unión de fuerzas pretende expresamente promover la democratización de Veracruz, la vigencia de un estado de derecho y la renovación política más profunda. De esta coalición resultara un gobierno de transición, que nivelaría el piso de la competencia electoral, para que tengamos elecciones libres que permitan que se cuente con instituciones sanas, efectivas y abiertas, así como una sociedad fuerte, basada en la información y el ejercicio de derechos. Resuelto Veracruz, haciendo para bien todo lo contrario de ahora, con un programa mínimo en común, las posteriores elecciones ya serán cuestiones aparte, conforme a los objetivos, compromisos e intereses de las fuerzas políticas. La coalición en algún sentido será liberadora. Este es el momento.
Recadito: Viento en popa la construcción de la promotora de participación ciudadana en Xalapa…
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