Es posible la existencia de un Estado musulmán democrático y moderno? Al inicio de este año, cuatro notables musulmanes publicaron “¡Demócratas musulmanes del mundo, uníos!” (El País 10.02.15). Sostiene que desde el final del siglo XIX, “el movimiento para llevar a cabo una reflexión crítica sobre los fundamentos y las interpretaciones del islam han perdido fuerza, debido a la hegemonía de una religión esclerótica y arabocéntrica, basada en una visión del mundo obsoleta y que con frecuencia desprecia a todos los musulmanes que no son árabes”.
En el texto Ghaleb Bensheij, presidente de la Conferencia Mundial de Religiones, Anuar Ibrahim, ex presidente de Malasia y presidente del Foro Mundial de Demócratas Musulmanes, Félix Marquardt, fundador del movimiento ¡Basta de silencio!, y Tariq Ramadam, profesor en Oxford, hacen un llamamiento a que todos los musulmanes comprometidos con la democracia —políticos, teólogos, académicos, líderes sociales— se reúnan a principios del 2016 en Francia, para “definir los perfiles de una interpretación progresista del islam que esté sólidamente asentada en el siglo XXI”.
Plantean la necesidad de “dejar de proyectar los localismos culturales en el dogma religioso; debemos discutir la legitimidad y la influencia excesiva de determinados países social y políticamente retrógrados a la hora de decidir qué es y qué no es islámico, quien es un buen musulmán. Y debemos dar más peso en ese sentido a los musulmanes asiáticos, mucho más serenos, democráticos y legítimos, por motivos puramente demográficos”.
Y añaden que “es importante no dejar que los autócratas vuelvan a empañar la imagen de nuestra religión, apoderándose de nuestra causa reformista y convirtiéndola en una burla de la aspiración fundamental de los musulmanes de todo el mundo en el siglo XXI: vivir en una sociedad justa y democrática”.
En su visión, se debe tomar “en serio al EI y Boko Haram cuando dicen que practican un islam riguroso: afirmar que los actos terroristas cometidos en nombre del islam no tienen nada que ver con la religión es decir que las cruzadas no tuvieron nada que ver con el cristianismo (…) Debemos hacer saber de una vez por todas a los asesinos salvajes que justifican sus crímenes en nombre del islam que, cuando atacan a alguien, nos atacan ante todo a los musulmanes, nuestra fe y nuestros valores”.
Sostienen que “si no queremos ver al islam permanentemente cautivo, tenemos el deber de defender sin descanso la moderación y el enfoque reformista de la educación religiosa, la gobernanza, el Estado de Derecho, la libertad de expresión y la protección de las libertades fundamentales y, al mismo tiempo, adoptar una postura clara sobre las interpretaciones de las escrituras (ijtihâd)”. Su manifiesto termina con: “Ha llegado el momento de volver las tornas contra los terroristas y fijar un nuevo rumbo para el islam del siglo XXI. Está en juego nuestro futuro de demócratas musulmanes”. En esta columna estaremos atentos al resultado de la reunión del 2016.