Los hijos e hijas son una responsabilidad moral y ética, pero también económica. No todas las personas piensan así. De hecho, hay hombres y mujeres que no asumen su responsabilidad plenamente y ven a la descendencia como una “carga” o “moneda de cambio”, para presionar a la contraparte.
La literatura nos ha dado muestras de lo compleja que es la responsabilidad de forjar individuos, y también el miedo que provoca no saber qué hacer con nuestras creaciones de vida. Quizá una de las más representativas, es la novela de Mary Shelley “Frankenstein”, publicada en 1818. Por supuesto, hay más, pero particularmente esta novela me agrada para entender qué hacer con nuestras responsabilidades.
Este preludio tiene que ver con la iniciativa presentada por el diputado Raúl Zarrabal Ferat, quien pide castigar con hasta tres años de cárcel y sanción económica de 100 días de salario mínimo a los padres que renuncien a su empleo, soliciten licencia sin goce de sueldo o alteren sus ingresos, para evadir las obligaciones económica o de dar alimentos a sus hijos.
El Diputado explicó que los deudores alimentarios hacen hasta lo imposible por evadir su responsabilidad: “Hemos visto casos de padres que renuncian a su empleo, piden licencia sin goce de sueldo o se ponen de acuerdo con sus jefes, para que se informe a la autoridad que ganan mucho menos de lo que en realidad perciben, y otorgan pensiones alimenticias irrisorias, que no cubren el mínimo de necesidades básicas de sus hijos”.
El Código Civil de Veracruz, en su artículo 239, señala que los alimentos comprenden comida, vestido, habitación y asistencia en caso de enfermedad, pero respecto de los menores, comprenden también los gastos necesarios para la educación básica y proporcionarles algún oficio, arte o profesión lícitos y adecuados con sus circunstancias personales.
Creo que algunas de nosotras conocemos, por lo menos, un caso o situación similar a la planteada por el Legislador. Es desagradable enterarnos de casos así. Más aún, cuando las personas involucradas son de nuestros afectos. De ahí la importancia de la iniciativa mencionada.
Aunque sabemos que las irresponsabilidades no se remedian con buenas leyes, sino con educación, cultura y el ejemplo que las y los niños vean en el hogar.
Y cuando escribo “irresponsabilidades”, me dirijo a ambos géneros, porque no sólo es una cuestión de los varones, sino también de nosotras. Una sabe con quién se relaciona. Decía mi abuela que para enamorarnos de un hombre teníamos que hacerlo de sus defectos y no de sus “virtudes, porque éstas últimas sólo eran creadas por nosotras. En cambio, los primeros se acentúan con el paso del tiempo.
Lo importante es no dejar desprotegidos a quienes requieren de nuestro apoyo, tanto en la infancia como en la adolescencia. Somos responsables de proporcionales los elementos básicos para que puedan vivir con plenitud, tanto en lo material como en lo moral, aunque en ello nos vaya la vida.
En fin, el tema es amplio y de muchas voces. Sólo emito una opinión.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente inicio de semana y nos leemos en la próxima entrega.