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En el tema de la comunicación siempre han existido formas breves de decir mucho, expresadas de forma sencilla por las generaciones pasadas y repetidas hoy en día por la chaviza de forma tan automática que se llega algunas veces a ignorar lo que se dice por querer aplicar lo que se cree que se dice. Pero aun así, los refranes, los dichos y los regionalismos ilustran de forma curiosa y hasta divertida, la habilidad popular para el uso del lenguaje.

Y es precisamente cuando quisiéramos decir mucho pero no hay como hacerlo, cuando somos salvados por la campana de los dichos y logramos salir airosos.

“Al buen entendedor, pocas palabras”, porque “no hay mal que dure cien años, ni enfermo que los resista” así que “al mal tiempo, buena cara”, un poco decepcionados porque nos damos cuenta de que “no todo lo que brilla es oro” y que “las palabras se las lleva el viento” a pesar de que en el ánimo del tendido había la esperanza de que “no hay quinto malo”.

Este último es un proverbio taurino que tiene origen en la época en las que en las corridas de toros no existía el sorteo, sino que era el ganadero quien reservaba el toro de mejores características y comportamiento para ser lidiado en el quinto lugar. Los 4 previos podían resultar buenos o no, pero la expectativa del 5º. era como para salvar la tarde y todos lo sabían, de lo contrario muchos habrían abandonado la plaza si el lote no satisfacía sus ansias taurinas.

La aplicación de éste refrán en lo cotidiano aplica en muchísimas cosas, como la grabación de un disco posterior a 4 que no tuvieron el éxito esperado; el quinto bebé; el quinto empleo; la quinta mudanza; el quinto noviazgo o el quinto matrimonio, etc., etc., con el común antecedente de no tan buenos resultados previos y con las altas expectativas de que no hay quinto malo.

Hasta Paquita la del Barrio tiene su canción: “Dicen que una no es ninguna, dos apenas empecé; la tercera me gustó y por eso me pasé. Dicen que no hay quinto malo y por suerte lo encontré . . .”

Para muchos “una no es ninguna, dos apenas es una” y luego “la tercera es la vencida” para rematar con que “no hay quinto malo”, lo que pareciera un proceso de resignación y hasta de conformismo que nos lleva a alentar la esperanza de que aun “cuando más negra esté la noche, pronto saldrá el sol”. Como una mala costumbre a vivir bocabajeados, subyugados, sometidos, humillados, escupidos y todavía nos venden la idea de que vamos bien y viene lo mejor.

Esos son los dichos surgidos de la sabiduría popular, con aplicación positiva o negativa según se quiera. Para muchos servirá de estímulo y para otros de sentencia. Algunos lo usarán como justificación del “ya merito” o el “ya ni modo” sin que desde el fondo de las neuronas surja un grito que despierte del letargo y empuje a nuestra raza de bronce a aspirar al oro.

Es por eso que muchos mexicanos se conforman con aparecer en las listas de beneficiarios de los programas asistenciales o formar parte de la nómina de cualquier dependencia en el más modesto de los espacios con tal de tener un sueldo asegurado. Y lamentablemente hay muchos que esperan ansiosos los procesos electorales para estirar la mano y recibir una pequeña caja con víveres que les borra de la memoria todas las injusticias pasadas, con la idea de que tal vez ahora si les haga justicia la revolución.

Afortunadamente no son todos. Existen muchos hombres y mujeres con esfuerzos de lucha y con genuina aspiración a la victoria; no importa que puedan acumular demasiadas derrotas, porque los hombres y mujeres de éxito no cuentan sus caídas, aprenden de ellas y aun cuando el camino al éxito está adoquinado de fracasos, quienes caminan sobre ellos es porque han sabido levantarse, sacudir el polvo, limpiar sus lágrimas y a seguir luchando.

Más vale tarde que nunca, pero no hay que vender la piel del oso antes de haberlo cazado, porque a toda capilla se le llega su fiesta y entonces si, ojo por ojo y diente por diente. Ese es mi pienso.