¿Quétachendo? Viendo pasar la procesión. ¿Ya comenzaron los guadalupanos? No, la procesión de hormigas. ¿Y qué piensas hacer para exterminarlas? Por el momento nada, o como qué quieres que haga, déjalas ser, que ahí donde las ves seguramente deben sentirse importantísimas y que su misión es fundamental.
Es, ni más ni menos, el ejercicio práctico del ocio bien querido lector, no hay nada más terapéutico que ver caminar a las hormigas. Hace un par de meses tomaron por asalto los rincones de la casa cientos y cientos de hormigas que salían solo Dios sabrá de dónde. A mí no me importaban, no crea que me quitaban el sueño.
Luego llegaron las mariposillas, pequeñitas, grises y que a la distancia se notaba soltaban pelusa. A esas sí les declaré la guerra porque daban ñáñaras, y las rocié con Raid; pero el spray les hizo menos daño que las bombas francesas sobre el territorio islámico. Las traté de espantar a manazo limpio pero al final me rendí. Esa fue la segunda invasión. La casa se mantiene como el territorio español lo estuvo hace cientos de años: convertido en un espacio donde conviven dos culturas sin hacerse demasiado daño. Algún día, lo juro, sacaré a esas mariposas moriscas de mis tierras.
La tercera invasión fueron los insectos palo. Según mi leal entender son inofensivos, pero no ha faltado el vecino que me dice que son malísimos. Pueden matar a un caballo, imagínate. ¿Y entonces qué hago? Pues mátalos. ¡Uy no, qué violento! Entonces apliqué un método más sutil. Los subía a una ramita y los sacaba uno por uno. Pero llegado el momento en que se dejaron venir como las ranas egipcias, con toda la familia atejonada y llena de terror, comencé a sacarlos a escobazos.
La cuarta invasión aún la sufro. Unos bichitos amarillos, del tamaño del ojo de una aguja, que con el zoom tienen cara de las mariposas de Mauricio Babilonia (pero a escala). Esos no me ocupan mucho, pues no son demasiados, sólo de vez en cuando se posan sobre la computadora y es cuando recuerdo su presencia. La solución, que pretendo sea la definitiva a mi problema de invasiones, fue el comprar unos de esos aparatos que lanzan ondas ultrasónicas y que anuncian en la televisión como la octava maravilla del mundo y lo último en el desarrollo armamentista contra los insectos. Hoy lo pongo, luego le cuento.
Ese ejercicio práctico del ocio lo ejerzo con esmero contando insectos, pero en Veracruz otros lo realizan de otra forma y es conocido como interés político. ¿Quétachendo? Leyendo las columnas políticas. ¿Ya se volvieron a trenzar con Miyuli? Pues siempre. ¿Y qué pensará hacer Duarte? Pues lo mismo, seguro hace como que lo ignora. Y eso, como diría la señora de los panqués con pasas, es tooooodos los días. Somos buenos para hacernos mensos. Leemos y releemos las notas hasta en dos o tres portales distintos (ni siquiera importa si se repiten), buscamos con afán las columnas de los enterados con primicias, analizamos sobriamente las opiniones de los faquires y talibanes, y nos esforzamos por estar al frente y con información de primera línea en esta guerra armamentística que en Veracruz es la política. Llevamos meses, pero en serio varios meses, esperando ver señales en todos los eventos políticos, en un bien practicado y mejor ejercitado arte de perder el tiempo. No podemos quejarnos, la política veracruzana es un espiral interminable de noticias que saboreamos con cafés lecheros y canillas. Somos una sociedad bastante informada. Qué bueno, ¿no cree? ¡Imagínese cómo estaríamos en Veracruz si no lo fuéramos!
Tome nota: por si ese día tampoco tiene nada que hacer, le comento que este lunes 23 de noviembre viene otra vez el Presidente.
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