La discriminación tiene cientos, miles de rostros que resulta difícil conocer. Quizá por eso sólo nos referimos a las obviedades, y aún así, a veces para muchas personas no son tan obvias. Generalmente son las diversas minorías y sectores sociales vulnerables los que padecen nuestra discriminación. Porque autocríticamente, debemos reconocer que también discriminamos.
Ejemplo de lo anterior son nuestros edificios públicos y privados, donde se ofrecen diferentes servicios a la sociedad. También las ciudades son extensiones de nuestros actos discriminatorios. Basta ver su arquitectura, para darnos cuenta de que lo menos importante es la persona; se busca y beneficia el tráfico vehicular.
Pero bueno, lo importante es empezar a corregir los que podemos llamar errores por omisión. Por ejemplo, las recientes modificaciones a la Ley de Integración de Personas con Discapacidad.
La modificación a esta ley, a propuesta del diputado David Velasco Chedraui, responde a las inquietudes y peticiones de este sector social, al que la normatividad estatal garantiza que al acudir a un edificio público contará con lo necesario para su fácil desplazamiento.
Se establece que, desde el proyecto o planos de construcción de las nuevas instalaciones de uso público, sea obligatorio que la infraestructura garantice la accesibilidad y libre tránsito de las personas con alguna discapacidad.
Comenta el diputado Leandro Rafael García Bringas que esta reforma –aprobada de manera unánime el pasado 3 de junio–, establece que las autoridades competentes no expedirán las licencias de construcción, cuando desde la planeación del inmueble se incumpla lo requerido para permitir el libre acceso a personas con alguna discapacidad.
“Gracias a ello se generará una cultura de respeto a los derechos de quienes viven con alguna discapacidad, porque adecuar instalaciones y establecer reglas no es un derecho que hayan ganado, sino una obligación de la sociedad para lograr la inclusión de estos hombres y mujeres”.
Quizá para reforzar las acciones legislativas, habría que ir pensando en algunas estrategias para adecuar, por lo menos, los centros escolares de educación básica de nuestro estado y las calles de nuestras principales ciudades, donde se localiza el mayor número de vehículos.
No tenemos, al menos en la capital de Veracruz, señalética en Braille para nuestros conciudadanos con debilidad visual ni banquetas libres de estanquillos, mesas, rejas de verduras, pailas chicharroneras, bocinas, puestos de diversas mercancías que permitan el libre tránsito de conciudadanos en sillas de ruedas, muletas, con bastones o de la tercera edad. Unos y Otras deben bajar de la acera –con riesgo de su integridad física– para desplazarse.
Si una sociedad no se compromete con ella misma, si no somos capaces de responder con acciones positivas en nuestro beneficio, poco podemos exigir a quienes nos gobiernan. He visto y participado en acciones colectivas forjadas en la necesidad de mostrar que podemos hacer ciudadanía. Esto nos-me lleva a pensar en lo complejo que es adecuarnos a realidades desconocidas.
Ahora que vaya a comprar sus regalos navideños, a celebrar con las y los compañeros de trabajo el final de un fructífero y productivo año, cuando salga con la familia, observe ese entorno tan “normal” en el que vivimos, y que para otros y otras es un camino lleno de obstáculos mortales.
Por hoy es todo. Le deseo un excelente fin de semana y nos leemos en la próxima entrega.