El liberalismo en el mundo es el precursor del orden y del progreso. Es una ideología que dota al individuo de una explicación económica de la realidad, y a la transformación que hace de ésta lo llama actividad política. A partir de la consolidación de estas ideas de pensadores como Adam Smith, es que hubo otros más vivos, como John Locke o los que redactaron la constitución de Estados Unidos o los propios burgueses -que históricamente representa el gobierno de Napoleón III- que comenzaron a concentrar el capital que producía el trabajo organizado a partir del sistema-mundo capitalista.

La elección

Antes de 1945 escasos 10 países elegían a sus gobernantes. El fin de la segunda guerra mundial también podríamos llamarlo el fin del fascismo que representaron personajes como Hitler o Stalin.
Sin embargo, se le han cargado a las ideas nacionalistas o socialistas el peso de la suástica. Esto quiere decir que se le atribuyen a ideas como el trabajo universal o los sistemas de salud universal simbolismos fascistas o autoritarios, esto a raíz de una victoria total del neoliberalismo (las ideas retomadas en el siglo XX del liberalismo) y se les acusa modernamente de populismo, por ejemplo.

El caso de México

Nuestro país era parte de esas pocas naciones que elegían a sus gobernantes antes de 1945, aunque para muchos historiadores serios este argumento es falaz. Incluso para muchos tampoco se elige con libertad desde la reforma electoral de 1997, que tuvo como efecto principal la elección del PRD como gobierno en el DF.

El peso moral de la representación

Obviamente desde la guerra con los Estados Unidos de 1846-1848, y luego desde la última invasión al Puerto de Veracruz en 1914-1915, que el presidente Peña Nieto conmemoró el año pasado con bombo y platillo, hemos sido el patio trasero de la potencia del norte.
Cuenta la anécdota que un general se atribuía como una estupidez anexar al país como un Estado, ya que tenían el dominio del mercado y el control militar, lo que volvía un gasto oneroso el control del gobierno, pues implicaba una cultura, un idioma y una forma de pensar distintas.
De esta manera, nuestros representantes que han sido electos desde la Constitución de 1917 mantienen una justificación democrática acorde al desarrollo político de los Estados Unidos. Esta idea se mantiene en los actuales representantes, reformadores trascendentales, que han abierto la extracción petrolera a empresas norteamericanas, que han eliminado barreras comerciales que le daban ciertas ventajas a los competidores nacionales pero han mantenido monopolios nacionales como Telmex y Televisa.
La representación que ostentan, aunque legítima en las urnas, es ilegítima en el sistema en sí mismo, que no representa a una sociedad harta de la corrupción, cansada de la ineficacia, umbría por la pena casi bruna.

Camilo.mexico.com
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