Pueblo sin Alameda. Pueblo de sol, reseco, brillante. Pilones de cantera, consumidos, en las plazas, en las esquinas. Pueblo cerrado. Pueblo de mujeres enlutadas. Pueblo solemne.

(Agustín Yáñez, Al filo del agua).

Pueblo con Plaza Américas. Pueblo de niebla, húmedo, oscuro. Pilones de gente, consumidora, en las plazas, en las esquinas. Pueblo comprado. Pueblo de mujeres enfiestadas. Pueblo avorazado.

(Nuestra realidad).

[Cada año y por estas fechas, hago el ejercicio de escribir sobre el peligro de gastar sin medida nuestras gratificaciones de fin de año; cada año, acudo a don Agustín Yáñez y su poderosa novela para encontrar el tono adecuado que se debe usar en este tema; cada año, optimista irredento, pienso que algo voy a lograr para evitar que cuando menos alguna persona gaste de más y en lo que no debe; cada año…]
Es la época del dispendio y el derroche, tal vez ahora más que nunca, ante la amenaza sin par de que el terrorismo terminará de asolar al mundo occidental, nuestro mundo, con su amenaza fanática que nos llena de temor porque nuestro país ya está indiciado por los terroristas islámicos.
Antes de la temporada decembrina, como para calentar el músculo hacia el consumismo voraz, el Gran Comerciante ha inventado un nuevo programa para exprimir lo poco que ha quedado antes del aguinaldo. Y así nació El Buen Fin, que ha resultado todo un éxito para los mercaderes modernos, que son dueños del dinero, del templo y de todo.
Y así como en El Mal Fin, a partir de diciembre las colas en las cajas de los negocios que son de Carlos Slim y de algunos otros resultaran inéditas, como si en lugar del cataclismo económico viviéramos en medio de la bonanza; como si el aguinaldo no tuviera que ser utilizado como siempre, pero ahora sí en serio, a modo de tabla de salvación para evitar el acoso de los bancos, la usura sin igual, la cobranza salvaje, el embargo, la pérdida de bienes; los réditos hasta la punta de la pirámide de la riqueza.
Parece que comprar desmedidamente es la solución a todas nuestras congojas (cuando es en realidad todo lo contrario): La gente se arremolinará en las plazas con cierta ansiedad, con prisa por llevarse la prenda nueva, el accesorio de moda, el regalo para los seres cercanos, en el afecto o en la nómina. Es que muchos creen que será su última oportunidad de comprar en la vida, porque lo que viene será la miseria inmisericorde, la misericordia miserable, la inconmensurable miserabilidad.
Ahí los veremos: buen espectáculo el de los atenienses xalapeños arremolinados ante los aparadores, dándole vuelo a la tarjeta de crédito, gastando hasta lo que no tendrán nunca, porque pronto todo pasará al poder de los que tienen todo ya. Aunque el fanatismo termine con el mundo que nos prometieron.
Pueblo con Plaza Américas. Pueblo con tarjeta de crédito; con un arma suicida.
Pueblo de mujeres enlutadas.
Será la garra suave…
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