Lo que se agotó en Venezuela —ésa es la explicación de fondo del resultado electoral del pasado 6 de diciembre— es el modelo del socialismo del siglo XXI instaurado por el presidente Hugo Chávez. Siempre fue inviable. Se prolongó incluso más de lo previsto.
Si el presidente Chávez estuviera al mando, el resultado hubiera sido el mismo. La falta de carisma, la pobreza del discurso y el estilo personal del presidente Nicolás Maduro no son la causa de la derrota. El triunfo de la oposición no se basa en sus propuestas o en su unidad.
El inviable modelo chavista, que continuó Maduro, tenía como eje central, todo lo demás dependía de eso, los altos precios del petróleo. El modelo en sí mismo generó una mayor dependencia, históricamente siempre la ha habido, a la exportación del petróleo que equivale a 99 por ciento de las mismas.
La propuesta chavista exacerbó, más que en ningún otro momento de la historia venezolana, la dependencia a una actividad económica monoproductora. En el chavismo, prolongado por Maduro, Venezuela profundizó su condición de país bananero.
El modelo no se basó en una economía autosustentable capaz de reproducirse a sí misma mediante la inversión de lo que generaba el petróleo, para financiar la articulación de una compleja plataforma industrial y comercial.
Lo que el petróleo dio en 14 años de precios altos se gastó. Los gobiernos chavistas impulsaron el gasto social, que realmente benefició a la gente y la sumó al proyecto. En principio parecía una buena decisión. El problema desde un inicio es que el modelo económico nunca generó los recursos para financiar esos gastos.
El fracaso estaba anunciado y era cuestión de tiempo su caída. Si los precios del petróleo se desplomaban se venía a tierra el socialismo del siglo XXI que no tenía más sustento que el ingreso petrolero. Ésa era su condición material, lo demás eran discursos.
Los sandinistas en Nicaragua, vueltos al poder, tomaron otro camino. Su modelo sí se reproduce. No tenían petróleo que pudieran financiar su gasto. Decidieron, entonces, aliarse con la burguesía. A ella tocaba reproducir la economía y para eso tenían todo el apoyo. La única condición era no disputar el poder político.
Los errores políticos de Maduro y los aciertos políticos de la oposición no se pueden minimizar, pero tampoco sobredimensionar. Ellos no explican a fondo lo que ahora ha sucedido. Los chavistas, con todos sus errores políticos, seguirían ganando elecciones si el precio del petróleo se mantuviera alto.
La oposición debe tener claro que el problema es el modelo económico y social. Su tarea es cambiarlo. El tiempo apremia. Deben generar las condiciones para incentivar la inversión y generar empleo. Para controlar la inflación. Las finanzas públicas están agotadas y comprometidas por muchos años. Ahora sólo la inversión privada puede hacer que la situación cambie.