El escritor Emmanuel Carrère (París, 1957) sin previo aviso, hace más de 20 años, cuando tenía poco más de 30 años, se encontró con la fe y volvió a acercarse a la Iglesia católica. De esa vivencia, que duró tres años, trata su libro más reciente, El reino, escrito en el estilo que se conoce como autoficción, que articula biografía y ficción. En entrevista con Álex Vicente, Carrère habla del libro, pero sobre todo de su vida y esa experiencia (El País, “Babelia”, 12/09/15)

Su idea inicial, dice Carrère, era abordar la historia de la primitiva comunidad cristiana y la naturaleza de los evangelios, pero eso lo llevó a recordar lo que había vivido años atrás, “como creyente y devoto”, y lo integró al texto. En su infancia “nunca viví la religión en forma opresora ni sufrí a causa de ella, como sí le sucedió a otra mucha gente.

“Durante los primeros 30 años de mi vida fui plenamente ateo. Para mí, la teología sólo era una rama de la literatura fantástica, como solía decir Borges”.

El escritor sostiene que esos tres años “le hicieron conocer una dimensión esencial de la experiencia humana como es la fe. Pese a no ser creyente, no logro ignorar que una gran parte de la población mundial sí lo es.

“Desconocer esa manera de ver el mundo es como estar amputado de un experiencia humana extensamente compartida (…) Lo que me gusta del cristianismo es la capacidad de olvidarse de uno mismo, de conducir un movimiento en dirección al otro y de provocar una pasmosa inversión de los valores dominantes”.

Carrère sostiene que “la asociación entre cristianismo y conservadurismo siempre me ha resultado muy misteriosa. En el fondo, me parece una aberración total. ¿Existe alguna doctrina menos conservadora en lo social y lo político que el cristianismo, que es una de las cosas más rebeldes y revolucionarias que haya inventado el hombre? Como decía Bernanos, es una locura que, con el programa que contiene el Evangelio, haya terminado convirtiéndose en la bestia negra de los hombres libres”.

Al escritor le parece que la Iglesia debe de ser ensalzada porque “en lugar de ceder a la tentación de reducir las distintas versiones (del Evangelio) a una sola, esa iglesia primitiva prefirió mantener los cuatro principales. Supongo que fue por honestidad, pero también por intuición literaria: cuatro voces sobre una misma historia suman más que una sola”.

Carrère, a la pregunta del periodista sobre si algún día se plantea volver a creer, responde no, “por lo menos de la misma manera. Pero tampoco estoy diciendo que el caso está cerrado. Éste es el único de mis libros que podría reescribir dentro de 20 años, si es que llego a vivir tanto tiempo.

“Estudiar los evangelios es como exponerse a una irradiación: incluso cuando dejamos de estar sometidos a ella, sigue haciendo efectos en nuestro interior”.

Y añade que “con todo, tampoco diría que intento aplicar los evangelios en la vida diaria. Eso serían palabras mayores. De hecho, los evangelios son maximalistas y bastante inaplicables. Si funcionan es sólo como inspiración o utopía. Pero, incluso así, si un día desaparecen, me parecería catastrófico para nuestra sociedad”. Para Carrère, el “cristianismo se puede resumir en una idea muy simple: existe más verdad entre los débiles que entre los fuertes”. Yo añado que la esencia del cristianismo, no hay más, es intentar siempre seguir al Jesús del Evangelio. Feliz año nuevo.