Nos rige un sistema determinado en materia política y económica que regula la vida de la sociedad, tiene su historia y proceso de conformación. Desmontarlo es un desafió mayor, de tipo revolucionario, modificarlo es posible sin muchas pretensiones; no será posible hacerlo si se piensa en un acto, en algo súbito, ni solo ganando elecciones desde la oposición; se necesita un proceso amplio y duradero para aspirar a cambiar algunos de los aspectos más mediocres y nocivos del sistema. En todo caso es con la participación consciente de la gente como se abrirá un proceso de transformaciones, asumiendo que los defensores del «status quo» no se van aquedar cruzados de brazos, la mayoría de ellos no entiende que a ellos mismos les conviene.
La función central del Estado es la seguridad de su población, eso justifica los impuestos, las penalidades y el uso de la fuerza pública; cuando no puede garantizar esa seguridad, como en México, nos acercamos a la definición de un estado fallido. En nuestro país se ha vivido una barbarie de extrema violencia que azota a todos los civiles, en el contexto de una crisis estructural; a estas alturas de muertes y desparecidos, ya es hora de tomar medidas radicales que detengan la sangría en la sociedad. Estamos ante poderes paralelos, autentica ley de la selva, que pone en peligro nuestra más elemental convivencia. Si queremos, entendiendo el fenómeno, si hay salidas. En eso hay que trabajar.
Debe explorarse un pacto político real, que ponga por delante la democracia y el interés nacional, eso implica detener el saqueo de los recursos públicos y naturales, así como propiciar elecciones libres y el ejercicio total de las libertades, entre ellas, fundamental, la de expresión. Ese pacto es de estado, por encima de intereses partidistas y de corte particular; implica la voluntad de todos, sobre todo de las élites, que estén dispuestas a reducir sus privilegios y ceder a un plural arreglo de poder. Estamos hablando de algo serio, donde todos cedan, verificable, con mucha participación de la sociedad civil. Ni siquiera habría que invocar algo patriótico, no, es un asunto de sobrevivencia y freno a la degradación nacional. Seguir la ruta actual es una invitación mortal al precipicio.
El círculo vicioso que nos oprime y pone cotidianamente en peligro es el que se cierra con instituciones ineficaces, torcidas o corrompidas y una sociedad débil, esto es, ciudadanos desinformados y temerosos. Para encarar esa realidad adversa, hay que asumir el problema y hacer un compromiso solemne para mejorarla. De inicio se requiere el estimulo libre y potente de la participación ciudadana, respetándola, promoviéndola y garantizándole resultados; debe verse como una virtud indispensable la participación de la gente en la vida pública y los asuntos colectivos. A más participación social, con mucha información, habrá la vigilancia sobre las instituciones, en las que los funcionarios no podrán hacer lo que quieran. Es muy sencillo entenderlo, urge una sociedad libre, informada y de derechos, que fortalezca a las instituciones para que cumplan su papel.
Creo que esa es la clave, además de políticas económicas correctas, para aspirar a otra vida, mucho mejor, donde tengamos seguridad y pensemos en ser felices. Esta tragedia que estamos viviendo no es normal ni humana, no la debemos aceptar como nuestro destino; es obra de personas, de grupos poderosos y políticos concretos, así que también es superable, siempre y cuando tengamos la claridad y el compromiso con una causa en la que, literalmente, se nos va la vida. Hay que iniciar cuanto antes el camino de la salida a la barbarie, no perder tiempo; no tiene sentido apostarle a un campanazo, hay que ubicarse en un proceso, que tome en cuenta al país pero también a las entidades; en lo posible, sin perder de vista el contexto, hay que promover cambios desde los municipios y los estados, en ese sentido las elecciones locales son una buena oportunidad para iniciar una agenda de transformaciones; es el caso de Veracruz.
Puedes ser un sueño querer otros tipos de gobierno y de ciudadanos, pero bien vale la pena intentarlo, desde la imaginación y la vida democrática; es una satisfacción que nos podemos dar a la vez que les abrimos esa ruta a las nuevas generaciones, para que no queden condenadas a la mediocridad y a la violencia. Más allá de las utopías hay un asunto concreto de sobrevivencia, si no se detiene este acelerado proceso de descomposición; todos estamos en peligro, ricos y pobres, priistas y panistas, de todas las condiciones sociales y políticas; las mafias que se han empoderado no perdonan; esas mafias entrelazadas con la política, se han fortalecido por una sociedad débil y un gobierno impune e inepto. La lucha es por una sociedad informada, por lo tanto fuerte, y gobiernos honestos y capaces.
Ufa.1959@nullgmail.com
Recadito: Este puede ser un buen año para Veracruz.