Hace seis meses, el 11 de julio del 2015, la fuga de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, del penal de alta seguridad del Altiplano fue un golpe demoledor, para la imagen del presidente y su gobierno a nivel nacional e internacional. El hecho evidenció la incapacidad técnica y los altos niveles de corrupción en los aparatos de seguridad del Estado mexicano.
A partir de ese momento, ya antes había ocurrido la revelación de la Casa Blanca, y después vendrían los sucesos de Ayotzinapa: la mala percepción del presidente y su gobierno se hizo más profunda. La baja valoración del presidente por parte de la ciudadanía ha sido una constante que se mueve entre 36 y 40% de aceptación, según las distintas encuestas.
La captura del Chapo, el pasado 8 de enero, es un gran logro político para el presidente y su gobierno. No se puede minimizar la acción de las fuerzas de seguridad del Estado, de manera particular el cuerpo de élite de la Marina Armada de México. De inmediato, las redes sociales y la prensa nacional e internacional registraron positivamente el hecho. Las reacciones negativas fueron muy menores.
¿La captura del Chapo va a mejorar la imagen del presidente y su gobierno? En principio debería ser así. ¿Qué es lo que va a pasar? Cuando las fuerzas de seguridad del Estado mexicano detuvieron al Chapo, el 22 de febrero del 2014, después de 13 años de haberse fugado del penal de Puente Grande, Jalisco, la imagen positiva del presidente y su gobierno mejora marginalmente, pero el efecto de la captura se diluye en sólo días.
Ahora va a suceder algo muy semejante o incluso menor. Por algunos días, la imagen positiva del presidente y su gobierno va a mejorar en algo, pero en el transcurso de los días el efecto se diluirá. En la conciencia ciudadana está que el Chapo nunca debió haber escapado y que ahora el gobierno sólo ha hecho lo que era su obligación. En la comunidad internacional, el efecto será más positivo.
En la ciudadanía pesa más la percepción de que el actual gobierno es corrupto; hay diversos hechos que así lo muestran, el paradigmático es el de la Casa Blanca, pero no el único. Su valoración sobre el presidente y su gobierno la construye desde aquí. Así, el buen golpe político que implica la captura del Chapo no tendrá un efecto positivo contundente y permanente sobre la imagen del presidente y su gobierno.
A lo anterior se añade, es un dato menor, la manera en que el presidente decidió afrontar la captura del Chapo. Desaprovechó una gran oportunidad al adoptar un mensaje triunfalista con carácter de boletín de prensa. Estaba obligado a una reflexión profunda y compleja que debió iniciar con reconocer que las instituciones del Estado mexicano habían fallado con la fuga, pero que ahora se subsanaba esa desastrosa deficiencia.
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