Con un saludo a mi amigo Robert Richardson Alardín y Sra. Patricia Cuellar Muñoz.
Por Ramón Durón Ruiz

Hay un diálogo zen que me cautiva: “Maestro, estuve un par de horas en el templo zen, envuelto en una paz que me pareció un milagro.
— Si hijo, pero no pierdas la objetividad; esa paz de la que tu gozaste, la llevaste tú a ese templo, no estaba ahí, ni nadie te la dio. Si hubieras puesto atención, hubieras escuchado las rencillas de los monjes detrás de las paredes, igual que en una iglesia o en una sinagoga o en una mezquita. El único templo en el que puedes encontrar paz, es en tu propio interior. El dónde te sientas a disfrutarla, no tiene importancia”1
Para el viejo Filósofo, no hay un camino único que te conduzca al encuentro con tu paz interior, la paz interior es tu camino, cuando te encuentras con ella, tu vida se redimensiona, te maravillas y sorprendes al despertar tus sentidos a la inagotable policromía de la cosmogonía del universo, generas emociones positivas que te hacen vivir feliz.
La paz interior llega cuando controlas tus sentimientos, pasiones y emociones, entonces te enamoras de la vida, vives en paz con el universo, gozas de un inigualable sosiego en el alma, como un regalo que sólo tú puedes darte, entonces se materializan tus sueños.
La paz interior es el bien supremo de tu alma, cuando vives con ella, encuentras tu centro, le das sentido a tu vida, trae salud a tu cuerpo y armonía a tu espíritu, que te lleva a gozar la totalidad de tu ser.
La paz interior te empodera de la vida, te enseña a no ceder tu poder a otros, porque alteraran tu equilibrio, dejas de buscar la felicidad en las cosas o personas que hay en el exterior, comprendes que la paz interior sólo tú la edificas.
La paz interior relaja tu mente, cambia pensamientos negativos en fortalezas que desconocías, te conduce al encuentro con tu Maestro Divino, que está pleno de sabiduría, que te enseña el arte de la paciencia, que te conduce a vivir a tu ritmo y a tu tiempo, te lleva al encuentro de un excepcional crecimiento espiritual.
En medio de la tormenta la paz interior mantiene la calma, porque la vida es un universo indivisible, en el que eres uno con DIOS, y si “el Padre está contigo… ¿Quién contra ti?”
HOY, DATE PERMISO DE orar, de relajarte, de respetar y respetarte, de ser agradecido, de bendecir la vida, de amar y ser amado, de creer en ti mismo, de dar sin condición, se tú mismo, es el arte de liberar emociones reprimidas, de viajar ligero de equipaje y de encontrarte con la reconfortante Paz del Alma.
La paz Interior es un ejercicio que se debe trabajar a diario, recuerda que eres un ser holístico, en el que la armonía de tu mente-cuerpo-alma, evitan que en un mundo convulsionado por la prisa y el estrés, tengas la satisfacción de que tu espíritu este en calma.
Los tropiezos te enseñan a vivir, a disfrutar el presente, a no posponer tu felicidad, la vida está llena de luego, de después, para mañana; ve al encuentro con tu paz interior con el perdón, que es soltar basura emocional del ayer, que HOY te limita el vuelo, “perdonar es doblemente bendito, bendice al que lo da y a quien lo recibe”
Cuando te ensimismas en el silencio de tu “mágica mismidad” llega la calma interna, descansa tu mente y entre más tranquila es tu vida y tu entorno, hay orden en ti; te llevas bien contigo mismo, comprendes a la gente y a las cosas, llega un estado de conciencia que te fusiona con el universo y te conduce al encuentro con la sabiduría, que atrae éxito, prosperidad, abundancia, amor, paz, felicidad y una hermosa sonrisa.
El humor del mexicano dice: “Un pela’o, platicando con un grupo de amigos les comentó lo siguiente:
— Les paso este mensaje porque a mí me está funcionando y a ustedes podría traerles paz interior y mucha, mucha calma a sus vidas.
Un doctor de Ajijic me comentó que el único modo de conseguir la verdadera paz interior es terminar todos los asuntos que tengas pendientes, así que eché un vistazo por mi casa y encontré varias cosas que había comenzado pero que no había acabado…
Me terminé por completo una botella de mezcal que tenía medio llena, también una de tequila, un baquettte de papas fritas, una bolsa de chishaaarrones, un cuarto de kilo de tortilla hechaaas a mano, el resto de unosss dulces regionales, ¡ah! y una bolsa de galleeetas.
He seguido al pie de la letra lo que me dijo el doctor y he terminado con todo. Todoooos utedessss son missss hermaaanos y… ¡LOS QUIERO UN ‘INGO!”
1.https://4grandesverdades.wordpress.com/cuentos-zen/