La cantidad y el perfil de aspirantes a gobernador de Veracruz, tiene su historia; se trata de un tema complejo del que aquí solo destaco lo que podría llamarse «calidad» entendida como el conjunto de capacidades, experiencias, logros, virtudes, etc., que dicen tener, tienen o carecen, quienes aspiran a esa alta responsabilidad.

Le advierto al lector que esta vez no consulté ninguna fuente bibliográfica; estas notas son ocurrencias de un ciudadano observador que ha tenido la oportunidad de presenciar, desde adentro y desde afuera de la clase política, la elección de por lo menos los últimos seis gobernadores de Veracruz;

Llama la atención el hecho de que el perfil ha variado mucho. Por ejemplo, en tiempos de Agustin ACOSTA LAGUNES y de Fernando Gutiérrez Barrios, ser aspirante era asunto de verdaderos profesionales de la política, con muy amplia trayectoria en el servicio público, lucha social, participación académica real, en materia de vida partidaria o en la política nacional.

Pero eso se acabó. Es evidente que junto con la consolidación de la pluralidad de la sociedad y del sistema de partidos, la clase política mexicana aceleró su caída en lo que se percibe como imparable degeneración e improductividad de consecuencias múltiples una las cuales es sin duda la pérdida de calidad de los aspirantes a gobernador (y de todos los cargos de elección popular) Ademas, entre más leyes e instituciones de fiscalización de la función pública se han creado, más se ha desarrollado el ingenio para burlarlas al grado de poderse «enterrar» el pasado negro y en su lugar «construirse» carreras políticas honorables brillantes y al vapor.

El resultado ha sido una reducción de los políticos de carrera y un incremento notorio de los «políticos a la carrera» con todo lo que eso puede implicar. El fenómeno llamado chapulinismo y otro promiscuidad ínterpartidista, solo es lo más visible de la degeneración de la clase política mexicana. Las excepciones, que si las hay, son eso y no desmienten la realidad predominante.

Como modelos de FASHION en la pasarela, los aspirantes a gobernador, con ayuda de los medios de comunicación y de marketing pueden circular frente a los ojos del pueblo con ilimitado desparpajo y desvergüenza sin que se pueda distinguir con facilidad el perfil verdadero, la calidad real de la inventada; son auténticos «productos milagro» para consumo de electores ingenuos. Al menos eso parece. Veremos.

Desafortunadamente en la cultura política mexicana prevaleciente parece que no existe ni memoria ni currículum de obras y acciones, como tampoco registro confiable de pecados y sanciones y a la hora de la mal llamada «unidad» no hay pasado, solo presente y futuro. En México ningún político es deshonesto hasta que el sistema y su necesidad de credibilidad así lo requiere. Llegado ese momento, el mismo sistema se encarga de encontrar a quién debe sacrificar o bien, a quiénes si se trata de una dosis acordada de manera plural para así desintoxicarse un poco todos.

Es común que al día siguiente de que se elige candidato o precandidato, la clase política experimenta una catarsis de movilidad alentada por el deseo de «colocarse» en dirección del siguiente proceso electoral.

El PAN Y PRD oficialmente aún no designan candidato aunque es obvia la inclinación por Miguel Ángel Yunes Linares. En el PRI ya se decidieron por el Senador Héctor Yunes Landa, solo faltan algunas formalidades.

A partir de este momento resulta de mucho interés observar las reacciones que se desencadenan pues dependiendo de estas se pueden derivar y pronosticar desenlaces determinantes para los resultados finales del proceso electoral y, más tarde, para la política de gobierno de quién declaren triunfador. «El poder se conquista con la mano izquierda y se ejerce con la derecha» es la frase que resume el tránsito de la fase de campaña a la de ejercicio del poder.

Retrocediendo la reflexión al «destape»‘ después de este lo siguiente es lo urgente: ¡la conquista de la credibilidad ! Este es el primer paso o etapa en la que se dan a conocer aspectos personales, conyugales, familiares, anecdóticos de la vida juvenil o de la infancia del candidato y hasta religiosos o espirituales; todo ello tratado por profesionales de la publicidad y expertos en colocar «productos milagro» como un jabón para la cura del acné.

Los candidatos son aconsejados a que den a conocer tales facetas bajo el supuesto de que eso ayuda a mejorar su posición en el ánimo de los electores. Y a veces lo logran. Sin embargo, técnicamente no es nada fácil, por lo general el político es un caso patológico en la vida familiar. Recuerdo muy bien una frase del Ingeniero Heberto Castillo que nos decía y repetía a quienes lo acompañábamos a mitines o reuniones: «muchachos, para conocer mejor a un líder hay que conocer cómo es dentro de su familia» . La mercadotecnia política a invertido el esquema pues sabe que difundir una buena imagen de la vida familiar del candidato ayuda a su «posicionamiento»‘.

El objetivo de imagen es presentar en el aspirante a un ser feliz, un esposo y padre ejemplar, un ser de una sola mujer y una sola moral, un humano con vida espiritual, preparado, inteligente, un dechado de esfuerzos y virtudes, un ser compasivo con los pobres que ama a su estado natal y que quiere lo mejor para su pueblo. El problema es que, aunque todo eso fuese cierto, en las grandes decisiones de gobierno pesan y mucho más, otras condicionantes que siendo realistas todo aspirante inteligente debería advertir a tiempo a los electores. La época de Supermán ya hace tiempo que pasó.

Dime a quiene(s) les debe el voto un gobernante y te diré para quienes gobernará es una tesis contundente que ha sido demostrada. Ningún presidente ningún gobernador es autónomo y menos en el siglo de la interdependencia globalizada. Va el gobernante en sus decisiones hasta donde lo permiten las condiciones en que ejerce el poder y parte de las cuales lo constituye la correlación de fuerzas en las que apoye su mandato. No es lo mismo llegar bien apoyado que bien maniatado.

Por eso todo discurso de candidato debe tomarse con reservas del caso. Incluso, los mismos candidatos deberían dotarse de su «controlador» de discurso para que les alerte aceleres innecesarios o bien para que incluya «los asegunes» del caso. Recuerdo y jamás he vuelto a escuchar un discurso como aquel inicial de José López Portillo en donde dijo uno a uno sus compromisos pero se «amarro el dedo» y también dijo lo que a cada sector le demandaría. Los liderazgos mesiánicos como los quijotes nunca pasan de moda, sin embargo, en la conciencia crítica ciudadana ya se advierte, al menos, suspicacia hacia radicalismos populistas. Continuará en despertaratiempo.com